Muy interesante entrevista a Alaa al Aswany, un musulmán moderado egipcio, en la sección “Los intelectuales del mundo” en La Nación de hoy. Parece que entre tanto populista trasnochado y filomarxista de vez en cuando van mechando con algún “intelectual” con algo de sentido común.
Me llama mucho la atención lo que dice, muy poco políticamente correcto. Sostiene que la democracia es la única solución para el mundo árabe. No una democracia especial o adaptada a las “características árabes” sino la democracia lisa y llana, la misma de Occidente. Me pregunto hasta que punto es representativo de los sectores moderados del Islam:
¿Qué se lee en Medio Oriente? Lejos de las diatribas de jeques fanáticos o de políticos extremistas, el best seller más grande de los últimos años es una novela que cuenta la historia de un glamoroso edificio estilo art déco en El Cairo, en su época de gloria: la década del 30. Allí convivían –¡oh, sorpresa!– la elite cairota: judíos, homosexuales, intelectuales y comerciantes burgueses. El libro, El edificio Yacobián (Editorial Maeva), narra la gradual decadencia del inmueble, hasta su miseria total, en la actualidad, que marcha en paralelo con la creciente penetración de la pobreza y del fundamentalismo entre sus paredes y en la sociedad en general.
El autor, Alaa al Aswany, no se cansa de decir que el único remedio para los males que afectan al mundo árabe es la democracia. No una democracia distinta de la conocida. Una democracia como las occidentales, sin ningún tipo de aditamento. Alaa al Aswany es un dentista encantador y –valga la coincidencia– de sonrisa perfecta. Le resulta difícil ocultarla mientras confiesa que, entre sus largas jornadas en la clínica odontológica y sus madrugadas escribiendo, logró intercalar clases de castellano para leer a Cervantes y García Márquez en su idioma original.
Pero su ademán alegre y despreocupado contrasta con lo duro de sus opiniones políticas, para las que también le han servido sus años de estudio del cuerpo humano en la Universidad de El Cairo y luego en la de Chicago, en Estados Unidos.
"Si uno confunde el síntoma con la enfermedad, el paciente muere. Si se cura la fiebre, pero no se presta atención a la inflamación cerebral que la causó, no sirve de nada. Y en la gran enfermedad del mundo árabe, lo primero que hay que atender es la dictadura. La injusticia, la corrupción, el fanatismo y la pobreza son sólo síntomas o complicaciones", asegura.
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