Manuel Solanet, del estado de negación al de acusación:
La negación de los problemas por parte del gobierno comienza a no ser suficiente cuando estos emergen a la vista del público. Aunque no se corte el suministro residencial, ya no se puede negar la crisis energética. Pocas familias no tienen a algún miembro que trabaje en una empresa sometida ahora a órdenes de reducción o de corte total de energía, sea una fábrica, un banco o un edificio de oficinas. Casi nadie ha dejado de ver los taxistas enojados frente a la televisión o la pérdida de presión del gas en la cocina. No hace falta mirar estadísticas, ni conocer el nivel diario de los embalses, ni ser un experto en energía. Miles de trabajadores saben además que en julio su fábrica produjo mucho menos debido a los cortes.
Lo mismo ocurre con la inflación. Los ciudadanos más alejados de la información, que suelen ser los de menores recursos, son los que tienen una mejor percepción de la suba de precios. Aquellos que saben lo duro que es llegar a fin de mes son los más sensibles a cualquier aumento en el almacén. No les hace falta saber de metodologías de medición ni de ponderadores en el Indec.
En los últimos meses el estado de negación caracterizó al gobierno nacional y a sus voceros. Seguramente suponían que negando los problemas se podía navegar hasta octubre próximo sin apreciable daño electoral. Sin embargo julio les ha hecho la vida más difícil. Entonces hay que pasar al otro estado: el de acusación.
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