Había una época en Argentina en que se daba por sentado que los presidentes, de cualquier partido y hasta los militares, debían aguantarse sin chistar ciertas situaciones, como la posibilidad de ser abucheados en público durante actos públicos. Eran cuestiones que venían con el cargo, como la banda presidencial y el bastón de mando.
Le pasó a Alfonsín, le pasó a Menem, le pasó a De la Rúa, y le pasó a más de un militar que usurpó el cargo de presidente.
Kirchner es tan poca cosa, el típico cobarde, macho bien macho con los que no se pueden defender y el primero en recular si alguien se le planta, que ni siquiera tolera que lo silben en público. No sólo nunca dio una conferencia de prensa ni una entrevista no arreglada de antemano, sino que se convirtió en uno de los pocos presidentes de la historia en no asistir a la tradicional Exposición Rural.
Lo que se dice un argento hecho y derecho, digno representante de una sociedad de patoteros y matones de villa miseria, ladrones de gallinas, asaltantes de jubilados a la salida del banco, saqueadores de cementerios.
Como dice Asís, este pingüino inmundo no es más que "un duro en el arte de arrugar".
ReplyDeleteSin embargo, y desde un prisma puramente humano, hasta lo comprendo.
Si uno es impresentable, y se sabe impresentable, ¿que sentido tendría presentarse a una conferencia de prensa? Si yo fuera su asesor, en suma, le aconsejaría que siga así.
Juanete, siempre lo digo, el gran drama de los países como Argentina no es que existan políticos como Kirchner sino que lleguen a presidente.
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