Carlos Mira:
Hace exactamente una semana, el diario La Nación titulaba en tapa: “Preocupación en el gobierno por el ataque a un militar”. Se trataba de una crónica en donde se informaba sobre las consecuencias de un hecho ocurrido en Neuquén durante las marchas por el reclamo de reaparición de Jorge Julio López, en donde un grupo de manifestantes había enchastrado con pintura el auto y el frente de la casa de un militar en actividad como modo de causar daño a los que ellos creen se llevaron a López. Cuando el joven oficial salió a la puerta para enfrentar a quienes lo atacaban, lo molieron a golpes entre todos.
El texto del diario traslucía un elemento más, que, aparentemente, envolvía el sentimiento de los hombres del gobierno: la sorpresa. Según el relato, no se alcanzaba a entender por qué este oficial que nada había tenido que ver con los 70 (obviamente, pues no había nacido cuando la Argentina decidió matarse a sí misma) había sido atacado.
Pregunto, ¿me hablan en serio?, ¿realmente quieren hacerme creer que no comprenden las razones del odio instalado en la sociedad?, ¿es que debo colegir que no relacionan la actitud que han tenido estas personas con la constante siembra de resentimiento y discordia que se han ocupado de reavivar desde que llegaron al gobierno, cuando la sociedad iba camino de vivir en paz?
Resulta francamente asombroso que los funcionarios del gobierno no entiendan que los frutos son el resultado de las semillas que se plantan: se siembran semillas de odio, se recogen frutos de odio; se siembran semillas de violencia, se recogen frutos de violencia. ¿Cuál es la novedad?, ¿cuál es el motivo de la “sorpresiva preocupación?. La verdad es que ha sucedido bastante poco para el nivel de confrontación inútil que el gobierno se ha dedicado a inventar desde que asumió.
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