Oct 29, 2007

La Ley


Thompson pide audiencia con Al Gore. Se suma un problema metereológico: la lluvia de metales. Así ocurre: estás cenando en una parrillada con unos amigos, masticando tu pollo deshuesao, y de repente, pum, cae un tanque de gas al lado de tu mesa. No es joda. Esto ocurrió el lunes pasado en Tucumán cuando un taxi voló en pedazos mientras le llenaban el tanque con gas en una estación de servicio a una cuadra del restaurante. El baúl del auto cayó en un Carrefour de la zona. Por suerte no hubo víctimas fatales.

Veo en “La Gaceta” que desde hace una semana se debate en Tucumán las mil y una alternativas para evitar este tipo de accidentes en el futuro. Obleas electrónicas, mayores controles, más inspectores en la calle, tanques de gas bañados en uranio, etc. En breve tendremos una ley heeeeermosa al respecto. Si con ello bastara.

A raíz de este incidente me acordaba de una clase en la Facultad de Derecho de la UNT, allá por los malditos 90s, en una materia que (creo) se llamaba Derecho del (hoy será “al”?) Transporte. La cátedra trajo como invitada a la entonces flamante Secretaria de Transporte de la Municipalidad para dar una charla sobre el tema del momento: los remises truchos. Resulta que en Tucumán aparecieron de la noche a la mañana miles de vehículos de alquiler que circulaban sin permiso alguno. Con tan solo adherir una cinta a la antena del auto, el coche se convertía en remís, y su conductor en “remisero”. Estaban contentos: 1) los remiseros (en un momento en el que la desocupación en la provincia era alarmante, el servicio absorvió una gran cantidad de mano de obra); 2) el capo mafioso de la provincia (que era el titular de la empresa de “remise” más grande de la ciudad); y 3) los usuarios, ya que pagaban menos por un servicio considerablemente superior (a diferencia de “los tasi” oficiales, la mayoría tenía aire “condicionado”, un plus en la jungla del norte). Por supuesto, estaban los disidentes: 1) los tacheros, pobre, que tenían cada vez menos laburo; y 2) los empleados municipales, ya que, al no registrar, no mordés.

La profesora comenzó la clase explicando que subir a un remís era un crimen. “El problema es que los ciudadanos no tenemos conciencia. Porqué subimos en coches ilegales? Ese es el problema principal”. En esa clase discutimos los diferentes proyectos para regularizar la situación. Fue apasionante el intercambio. Todos los presentes de acuerdo en que, el hecho de tener esta enorme flota de vehículos ilegales circulando nuestras calles, implicaba una aberración, un atentado al ordenamiento jurídico vigente. Seguimos luego la discusión en el café de la facultad. Todos apasionados citando al derecho comparado alemán y al francés como fuente de inspiración. Con el problema solucionado, dimos por terminada la discusión, nos tomamos un remís, trucho por supuesto, y nos fuimos al sobre.

(Continuará)

2 comments:

  1. La ley no soluciona nada en Argentina, imagino que en el califato de Tucumakstán será igual.

    Los posibles problemas de los remises truchos serán siempre muy inferiores a un sistema regulado y necesariamente corrupto que te deja lo peor de los dos mundos, Suiza y Zimbabwe.

    La solución es el capitalismo bárbaro semejante al chino en Argentina y Tucumakstán, otra cosa no funciona. Por lo menos siempre tenés la oportunidad de no pagar al que te da un mal servicio.

    Y el capitalismo bárbaro nunca se va a aplicar.

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  2. "La oportunidad de no pagar al que te da un mal servicio"... y no le llenás el bolsillo al funcionario de turno. Totalmente de acuerdo, blogovido.

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