En estos días comencé a leer "El Economista Encubierto", de Tim Hartford, economista del Financial Times. Explica muy eficazmente y en tono de divulgación, como funciona la economía de las pequeñas cosas... desde una taza de café en Starbucks hasta Amazon.com, pasando por los precios de los medicamentos y el posicionamiento de las verduras en el estante del supermercado. Está en la vena de "Freakanomics" de Steven Levitt, otro libro muy interesante.
Hasta ahora me parece excelente. Si en Argentolandia se publicasen y leyesen mas libros como éste en lugar del Evangelio del Che Según Su Pedicuro, otro gallo nos cantaría.
Les transcribo un poco para que prueben:
Los precios son optativos, lo que significa que revelan información
Existe una verdad constante en cada sistema de precios. Esa verdad emana del hecho de que las tiendas y los clientes no tienen que vender o comprar a un determinado precio: siempre pueden decidir no hacerlo. Si hubieras estado dispuesto a pagar tan sólo 50 centavos de dólar por el café, nadie podría haberte forzado a que ofrecieras más dinero por él u obligado al barista a que rebajase el precio. Sencillamente, no se hubiera realizado la venta. [...]
En un mercado libre, las personas no compran cosas que para ellos valen menos que el precio que les piden. E igualmente la gente no vende cosas que tienen más valor para ellos que el precio que puede obtener por ellas [...] La razón es sencilla: nadie les obliga a hacerlo, lo que significa que la mayoría de las transacciones comerciales que se realizan dentro de un mercado libre mejoran la eficiencia, pues ambas partes salen beneficiadas --o por lo menos no salen perjudicadas-- sin dañar a nadie.
Ahora ya puedes empezar a darte cuenta de por qué digo que los precios "dicen la verdad" y además revelan información. En un mercado libre, todos los compradores de café preferirían poseer el café en lugar del dinero que éste cuesta [...] Así pues, para el cliente el valor del producto es igual o superior al precio que éste tiene, y para el fabricante el coste del producto es igual o menor que su precio. Parece muy obvio, tal vez, pero las repercusiones resultan espectaculares.
Puede parecer insustancial decir que en el mercado libre sabemos que los clientes valoran el café más que el dinero que pagan por él. Sin embargo, no es tan insignificante como parece. Para empezar, esta información tan "trivial" es más de lo que podemos decir sobre cualquier cosa que sea comprada fuera del mercado --por ejemplo, el tan controvertido estadio de béisbol de Washington D.C.--. El equipo de béisbol Montreal Expos aceptó mudarse a Washington con la condición de que el Ayuntamiento de esa ciudad subsidiara el costo del nuevo estadio. Algunos dicen que el subsidio será de 70 millones de dólares, otros dicen que será mucho más que eso. Tal vez sea una buena idea o, tal vez, no. No queda claro como decidir si ésta es o no una buena manera de gastar el dinero de los impuestos.
Cuando las decisiones se toman dentro de un sistema de mercado, no se produce tal controversia. Si decido pagar 70 dólares por una entrada para ver un partido de béisbol, nadie cuestiona si vale la pena el gasto; hice mi elección, así que, obviamente, pensé que sí. Esta libre elección suministra información sobre mis prioridades y preferencias, y cuando millones de nosotros elegimos, los precios del mercado "agrupan" las prioridades y preferencias de todos nosotros.
Acá se puede leer un capítulo del libro. Posteamos sobre esto hace un tiempo, vale la pena repetirlo.
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