Oct 17, 2007

Pacto de resignación

No suelo compartir el pensamiento de Abel Posse, pero me pareció interesante su columna de hoy en La Nación:

Las elecciones nacionales no son un trámite más en nuestra destartalada democracia. Para muchos se tratará de evitar que se arrasen los restos de republicanidad y que se consolide una administración carente de proyecto nacional y de respeto institucional. Mero poder con ambición de permanecer en el poder.

Nos hemos acostumbrado a digerir como anécdotas los pasos de una realidad dramática de corrupción, patanería y violencia: la bolsa de plata fresca en la letrina ministerial, Skanska, donde los millones de dólares de obra empatan con los de coima; Picolotti, Santa Cruz y la hartura de la prepotencia, el anestesiamiento de la función policial y el gatillo fácil del adolescente drogado que asesina al padre de familia, tres indios wichis pesan más o menos lo mismo que el gobernador, la modesta blitzkrieg personal de Varizat, la huelga de Intercargo, paralizando viajeros nacionales e internacionales, porque se investiga y se detiene a dos empleados por el robo de una saca con 80.000 dólares; el segundo homenaje a Fuentealba: 7.000.000 de niños sin clase, y la mentira nacional e internacional de los datos del Indec. Vamos a la deriva, en creciente disolución social y desprestigio internacional. Los vivillos triunfan, la corrupción hace proyectos a largo plazo, aprovechando el continuismo que creen triunfador. La viveza, la hija bastarda de la inteligencia, avanza en todos nuestros espacios.

Somos protagonistas de brazos caídos. Como resignados a que la Argentina haya sido una llamarada que sólo duró un siglo. (¡Para el primer centenario en 1910, mostramos para sorpresa y admiración del mundo el Colón, el palacio del Congreso y tantos símbolos y realizaciones del poder civil y de la cultura; éramos un país pujante y ordenado capaz de dar casa, alimento y trabajo a millones de emigrantes europeos. Ahora nos acercamos al segundo centenario y nos humilla mostrar el puesto 109 en la lista de corrupción y desconfianza internacional, o las taperas, algunas ya de tres pisos, de las villas miseria!)


Ahora somos un conglomerado melancólico, triste, como si ya no tuviéramos destino o no creyésemos más en él. Esto es el centro de nuestra parálisis colectiva. Es lo que nos enferma. La falta de fe y de pasión nacional.

En realidad es como si aceptásemos un tácito pacto de resignación. Una parálisis. En vez de voluntad, la noluntad nacional.

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