Cuando yo era chico se decía que la masturbación te hacia crecer pelos en las manos, perder la memoria y otras cosas que no me acuerdo.
Una de las taras más absurdas del último gobierno militar era sus ínfulas de puritanismo en lo sexual. A tal punto que de adolescente, para hojear a las apuradas alguna Playboy, ni hablar de Penthouse, debíamos ir de visita a la casa de algún amigo que se la había traído de contrabando de Miami.
La pornografía era uno de los peores azotes sociales, partera de la violencia y el desenfreno sexual. Era necesario salvaguardar a la Gloriosa Juventud argenta de las visitas frecuentes de la voraz Manuela Pajón.
Justo ahora, de grande, me vengo a enterar de que no es tan así la cosa.
El sindrome del pene anaranjado. Fenomeno que se da luego de ver porno mientras se come Cheetos
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