Enrique Szewach explica por qué, aún con un dólar caro, las exportaciones argentinas están estancadas en términos relativos y el país mantiene un fuerte déficit comercial con Brasil.
Si fuera tan fácil como devaluar, a esta altura del partido seríamos Suecia:
Está claro, entonces, que no sólo de "tipo de cambio" viven las exportaciones. Dependen de decisiones de política económica mucho más complejas y de decisiones empresarias que responden a la macroeconomía, al clima de negocios, a la calidad del mercado de capitales de largo plazo en moneda local -con 20% o 15% anual de inflación y destruyendo el CER, el Banco de Desarrollo sirve para muy poco o, mejor dicho, para muy pocos amigos-, a los recursos humanos, a la provisión de energía, a las reglas del mercado de trabajo, al sistema impositivo, etcétera. En ese sentido, las "malas reglas" sólo han servido para que los extranjeros, en especial de la región, compren barato empresas argentinas, " castigando" su precio por las políticas locales y aprovechando, en este caso sí, el diferencial cambiario a su favor.
Mientras Brasil encaró un serio programa global de inserción, aprovechando la situación internacional, la Argentina se concentró en priorizar el consumo y el crecimiento acelerado, en un clima adverso a los negocios de exportación de largo plazo y a la radicación masiva de inversiones exportadoras, salvo en el complejo agrícola que, por su ciclo, responde rápidamente a mejoras en la rentabilidad. O en sectores de comercio administrado con inversiones ya hundidas, como el automotor.
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