Marianito considera que hay tres razones detrás de la nueva confiscación a los productores rurales, única área donde el país verdaderamente juega en primera por productividad.
Les aclaro desde ya que la principal es mantener la caja:
Tal como se había previsto, no bien pasaron las elecciones, el Gobierno aumentó fuertemente las retenciones a la exportación de granos y sus derivados. Decimos "fuertemente" porque esta nueva embestida fiscal contra el campo es más grave de lo que aparece a primera vista. El Gobierno anunció que las retenciones a las exportaciones de soja, por ejemplo, subirán "sólo" del 27,5 al 35 por ciento, aparentemente un 7,5 por ciento. Pero el aumento no hay que calcularlo sobre 100, sino sobre el 27,5 que ya existía. Este cálculo elemental da un aumento real superior al 27 por ciento.
El mismo cálculo es aplicable, con variaciones menores, al aumento de las retenciones al trigo, el maíz y el girasol; se extiende además a los aceites y las harinas, esto es, a la porción más industrializada de las exportaciones agrarias. El año pasado, el fisco ingresó 4150 millones de dólares de retenciones. El próximo año, según lo estima LA NACION del último jueves, la cifra podría subir a 7400 millones, alrededor de un 78 por ciento. Cuando votó el 28 de octubre, la gente de campo preveía que le aplicarían una nueva exacción inmediatamente después de los comicios. Lo que quizá no previó fue su alcance virtualmente confiscatorio.
La Argentina es el único de los países exportadores de alimentos cuyo gobierno castiga en forma reiterada y creciente su producción agropecuaria en vez de alentarla. ¿Cuáles son las razones detrás de esta extraordinaria discriminación?
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