Junto a la corrupción, a Menem se le achaca aquello del endeudamiento del país. Se dice que la deuda, que rondaba el 40% del PBI, era inmanejable y terminó con la “convertibilidad”. De ahí las justificaciones a la cesación de pagos y las sucesivas estafas a los tenedores de bonos soberanos, tenedores de pesos, futuros jubilados y demás personas y empresas que quedaron en el tendal.
Pero, tal como lo viene diciendo Roberto Cachanosky entre otros, a pesar de la mayor cesación de pagos de la historia y de un fenomenal pagadios, la deuda pública argentina no paró de aumentar y ya está en niveles similares a los de 2001. Pequeño detalle, con un PBI que es poco más de la mitad del de esa época.
El país debe 165.000 millones de dólares, de los cuales alrededor de 27.000 millones permanecen en cesación de pagos y 31.000 millones de dólares corresponden a títulos públicos en pesos ajustados por inflación.
Pero, por supuesto, como todo en la vida, para la progresía hay deuda buena y deuda mala. La buena es la que contraen los gobiernos que me son afines ideológicamente.
Yo lo que le achaco a Menem es no haber aprovechado la oportunidad de reducir en forma notable la deuda con el producto de las privatizaciones. Por supuesto, es fácil decirlo y otra cosa es hacerlo.
ReplyDeleteYa desde niño en los ´80s yo pensaba que la papa era que con la plata de las privatizaciones, 50% a every "green card" carrying argentine, con tu DNI te llevabas tu cuota parte, y con el otro 50%, compra de bonos. Tipo Alaska con el petróleo.
Mi idea, claro, era liquidar todos los bienes del estado posibles, tierras incluídas.
Y acá estamos 15 años después, con la misma deuda, tirando manteca al techo y, otra vez, jugando con la droga de la inflación.