Dec 20, 2007

La Argentina kirchnerista


Dos al hilo de Diego, sobre la nueva vieja Argentina kirchnerista, la de toda la vida:

Noté desde el principio que este gobierno se diferenciaba de los anteriores por su postura ante su propia corrupción, la mentira, la hipocresía.

Tradicionalmente los gobiernos tomaban precauciones para robar, se juntaban en un departamento a repartirse cometas, anotaban jueces en una servilleta, cajoneaban con cierto grado de disimulo asuntos comprometedores, tiraban al menos una bomba de humo -tipo ninja- mientras embolsaban la guita. Estos sinvergüenzas han traspasado todo límite, no tienen pudor, atropellan con la mayor arrogancia y te afanan en la cara. No se esconden, no disimulan, si hay que anotar un nombre de un juez, lo anotan en el margen del libro de actas de la Rosada, si hay que afanarse 500 millones, o mil, se los llevan y se acabó, si hay que solventar universidades truchas se lo hace, si son los parientes de una funcionaria los que colman la nómina de un organismo tampoco hay problema. Todo a la vista y sacando pecho, como un patrón de estancia o un guapo de esquina arrabalera. A ver si todavía se nos ocurre rezongar y nos tienen que dar con la fusta en la jeta.

No sé si tienen la seguridad de que no les va a pasar nada, que nadie va a patalear, que al final no pasa nunca nada, que nadie va en cana. No lo sé. ¡Pero cómo se nos cagan de risa!

Espero que esa seguridad que hoy tienen sea temporaria, que se les termine la joda bien pronto y tengan que pagar todos los desastres que hicieron, la impunidad que le dieron a los delincuentes de toda calaña (menos los noventistas y setentistas) y un larguísimo etcétera.

Espero que nos caguemos de la risa nosotros algún día.

Al final entre tanta indignación ni nombré a las valijas. Se ve que no eran como las de Yoma.

Con respecto a lo que menciona Ramón de los cortes de UOCRA, les cuento una pequeña anécdota.

Para el almuerzo de hoy, me compré un sándwich y me fui a comerlo a la plaza de la Comisaría del Turista, en Corrientes y Reconquista, como hago una vez a la semana. Normalmente, a la hora del almuerzo, se llena de oficinistas con pocas ganas de ir a un restaurant, con poca guita, tomadores de sol, etc. Pero hoy no. Hoy, la placita estaba desbordante de piqueteros.

No tuve más remedio que escuchar las cosas que decían, mientras ponía a prueba el estómago de kevlar que supe tener en mi juventud. Entre las conversaciones que oía, me enteré que "Rulo" cobra $1300, que al otro le afanaron el celular la semana pasada y ya tiene otro (todos tenían uno, como corresponde a un luchador popular en un país con conciencia social), que en cualquier momento salían a "hacer los bancos" (nombraban al Piano, Columbia y otros mientras yo me preguntaba si no serían tal vez empleados de una gestoría) y lo más lindo fue cuando le sonó el teléfono al que se destacaba como líder de el grupúsculo que estaba más cercano a mí y éste decía "sí, te puedo mandar tres ahora, te los mando? ... Listo, ya salen" para luego cortar y enviar raudamente el apoyo solicitado.

Me fui al poco tiempo, pensando que las deducciones en mis recibos de sueldo alimentan a esa banda de irrecuperables.

De regreso en la oficina, tuve dolor de estómago.

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