Ricardo Lafferriere sobre las consecuencias del populismo clientelista:
El impuestazo recién comienza, lo que no nos alegra pero nos ratifica en la afirmación que hacemos desde hace años: la magia no existe. No existe la posibilidad de recibir un futuro de maravillas sin construirlo. No “llovió gasoil”. No “llovieron inversiones chinas”. No “se arregló sólo” el problema energético. Al gasóil y demás combustibles debemos conseguirlo, explorando para descubrirlo o importándolo. A las inversiones debemos atraerlas –y retenerlas- con seguridad jurídica. Al problema energético debemos encararlo con solvencia técnica y decisión política.
La misma con que debió ser encarado el problema educativo, que nos ha llevado –luego de varios años de gestión directa o indirecta del ahora Senador por la Ciudad, increíblemente receptor de felicitaciones a su tarea educativa- a tener la juventud más embrutecida del Continente.
O la adecuada vinculación e interacción con el mundo, que nos ha llevado a tener como únicos interlocutores al régimen venezolano en retirada, y al vecino precolombino que intenta imponer nada menos que una Constitución a sangre y fuego, con muertos en las calles y convencionales amañados sesionando en un cuartel. Y provocando dos conflictos bilaterales –hasta recordarlo parece mágico- con dos países con los que ni a los más imaginativos analistas podrían haber imaginado al comenzar “K” su gestión, que la Argentina estaría en este grado de tensión: Uruguay y Finlandia.
El común denominador es el populismo clientelista, que significa irracionalidad, construcción de poder personal a cualquier precio, desprecio por las personas en cuanto ciudadanos, despreocupación por la inseguridad cotidiana en cuanto no amenace la construcción de poder.... y negocios, negocios, negocios... sin ley, sin transparencia, sin recato.
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