Hasta no hace muchos años había analistas y opinólogos que sostenían que la Argentina post vuelta a la democracia en 1983 había incorporado dos valores fundamentales a su andamiaje institucional. La plena vigencia democrática se la debían a Alfonsín y la moneda y la estabilidad a Menem.
Apenas unos años más tarde estamos como cuando bajamos del barco. Los argentinos se las han arreglado para desandar los pocos avances que se creían a salvo de toda experiencia histórica.
El socialismo nacionalista, con el mismo fuerte contenido corporativista prebendario de siempre, campea imbatible, y el personalismo se ha hecho carne. De la democracia y la institucional sólo queda el cascarón.
No se pierdan el análisis de El Mundo:
La fórmula de poder bicéfalo -Cristina Fernández en la Casa Rosada y Kirchner, cacique mayor del PJ- asegura a la pareja el control del partido que domina desde hace medio siglo la política en Argentina y se asemeja al modelo que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) aplicó en México durante décadas.
Pese a que en 2003, cuando asumió la presidencia argentina, denostaba a los barones del PJ acusándolos de mafiosos y amagó con fundar un partido de centroizquierda, ahora Kirchner ha volcado, pragmático, con el partido populista que en 1946 fundaran el coronel Juan Domingo Perón y su mujer, Eva Duarte.
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