Mientras los argentinos siguen enfrascados a dos manos en el onanismo ideológico, el resto del mundo nos pasa por encima:
Mientras nos entretenemos con polémicas suscitadas por el afán de poder y nos volvemos cada vez más irrelevantes, el mundo sigue andando, tal como el tango proclama con sabiduría. No disminuye nuestra pobreza y crece la inflación debido a causas muy simples: no existen suficientes inversiones genuinas debido a que no se mejora la institucionalidad ni se premia la productividad. No mejora la educación de forma sistemática en ninguno de los tres niveles. No aumenta la seguridad pública, bombardeada por la anomia, la droga, la complicidad de las fuerzas policiales y una falta pavorosa de la debida política de Estado que aspire a corregir sus múltiples falencias. No se pueden trazar planes de aliento ni siquiera en la dimensión individual porque las leyes cambian según los antojos de quien sostiene "la sartén por el mango y el mango también".
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