Como vengo diciendo por acá, a Kirchner se termina la plata para seguir haciendo de Papá Noel. No les quedan demasiadas opciones más que intentar retomar tímidamente el camino de la normalidad.
Y, como se veía venir, la izquierda recalcitrante argenta, uno de sus principales sustentos no tanto electorales pero sí ideológicos, es la primera en abandonar el barco.
Hace unas semanas fue Pino Solanas. Ahora le toca al impresentable de Adolfo Pérez Esquivel, uno de los baluartes nacionales y populares de la “defensa de los derechos humanos”. Para una administración que hasta hace muy poco se jactaba de su supuesto liderazgo en la materia, sufrir la descalificación de este personaje sin duda constituye un hecho preocupante.
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