Aunque no soy un fanático del New York Times o de Oliver Stoned, nunca me canso de apreciar el aspecto positivo que hay en estar expuesto a un constante bombardeo de quienes tienen un punto de vista crítico. Es así, exponiéndose a la divergencia, como más uno aprende. Ese aprecio viene posiblemente de mi condición de bichurarum argentinum. Siempre cuento la anécdota de cuando prácticamente me querían matar en la facultad de derecho en Tucumán por sostener que la Malvinas son y deben ser inglesas: "loco", "provocador", "delirante". Eso era. A nadie se le pasaba por la cabeza por un segundo considerar una posición diferente frente al conflicto. En fin.
El otro día vi el documental sobre los abusos de prisioneros por parte del ejército norteamericano. Altamente recomendable. Claro que viene al pelo como herramienta para quienes odian a este país, pero me tiene muy sin cuidado eso. Esa fuerza crítica, en el aspecto interno, hace al mejoramiento del sistema. Muchas lecciones ha aprendido Estados Unidos en estos años, y como consecuencia, va a ser un mejor país con un mejor ejército. Eso pasa cuando el espíritu de la autocrítica es ejercido en forma constante y cuando la opinión pública es temida por los gobernantes.
Avisenmé el día que se haga una autocrítica respecto de la guerra de las Malvinas. Espero sentado. Mientras tanto, vean "Taxi".
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