a 48 horas

Dentro de dos días, el hombre más poderoso del mundo deja su oficina de los últimos ocho años para perderse en la multitud. Parece que no hubo intento de referéndum, reforma constitucional, decreto de necesidad y urgencia... nada. El hombre en este momento está sacando la pilcha del placard para dejarle espacio al moreno que ocupará su lugar. A la gente acá no se le mueve un pelo, pero la verdad es que estas cosas a mí, que soy medio sentimental, me siguen emocionando. Sin ir más lejos de casa, mi propia esposa no entiende bien la razón de mi asombro-emoción. Lo que pasa es que para entender lo que siento al ver a un hombre con tanto poder retirarse del cargo más importante del mundo sin patalear por una extensión en la estadía, uno tiene que ser o ruso, o venezolano, o cubano, o africano... o tucumano como ío. Los norteamericanos vienen haciendo esto en forma ininterrumpida desde hace más de 200 años. Qué bárbaro!

Más allá de las diferencias políticas -el presidente saliente no es precisamente mi ídolo y del entrante tengo mis cuantiosas reservas- los rostros de Bush y Obama me van a emocionar el martes. Esos rostros van a materializar la fortaleza institucional de esta Gran Nación. Ya estoy a la espera del lagrimón que se me va a piantar cuando vea el traspaso. No es para menos, va a ser un espectáculo: el hombre más poderoso de la tierra entregándole el poder al hijo de un inmigrante africano que se convertirá en el primer presidente negro de Estados Unidos. ([suspiro] Por qué me hiciste sentimental, madre?)