Diecisiete años de parasitismo

A criar parásitos

El sábado leí esta nota en Pravda:


SALTA. Los lugareños lo llaman "la industria del piquete". La ironía refiere a la inusual ola de protestas en las rutas del norte de la provincia, donde variados grupos de manifestantes llegan a cortar más de 10 caminos a la vez y cobran peajes informales para permitir el paso.
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El lunes pasado, por ejemplo, hubo 11 cortes simultáneos en el departamento de San Martín, cuya cabecera es Tartagal. "Es una verdadera industria", se quejó el intendente de Tartagal, Sergio Leavy. Y añadió: "Ahora si un funcionario no atiende a una familia numerosa ésta sale a cortar la ruta. Algunos, si les sale y tienen soluciones, buscan a otro grupo y hacen otro piquete para un nuevo reclamo".
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En General Enrique Mosconi, donde comenzaron los piquetes en 1997, conviven a diario con la protesta. Fuentes judiciales relataron las complicaciones cotidianas: cuando se ordena levantar un piquete, lo corren un poco más allá. A veces se acuerda directamente con autoridades provinciales o nacionales descomprimir una zona, a cambio de permitir el corte en otra.
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Remiseros y taxistas de la zona cuentan que deben pagar en varios cortes en un mismo día.

Y lo más interesante está el final:

La privatización de YPF en la década del 90 fue un golpe mortal para la zona norte de la provincia, que sufre también la falta de infraestructura y soporta desde décadas la marginación.

Recordé que la privatización de YPF ocurrió en 1992, como dice el artículo, y que el “golpe mortal” que describe fue el despido de miles de empleados sin función aparente. Repsol YPF pasó a producir mucho más petróleo que la estatal, y con mucha menos gente. Es más que evidente que toda esa gente sobraba y que cobraba sueldos por no hacer nada o casi nada. En lenguaje vulgar, eran todos ñoquis.

Por supuesto, tratándose de estatales, cobraron jugosísimas indemnizaciones, recibieron jubilaciones anticipadas, créditos y privilegios, etc.

Desde 1992 han transcurrido diecisiete años.

¡Diecisiete años!

Y la misma gente, diecisiete años más vieja, junto con su prole, sigue viviendo de hacer nada, sigue esperando que el resto de los argentinos (así como los plomeros y carpinteros de EE.UU.) mantenga su vagancia. Diecisiete años después no quedan excusas.

No se les ocurre que han pasado diecisiete años y difícilmente vuelvan a haber tantos “puestos de trabajo” (subsidios a la vagancia) como los que habían durante los “gloriosos” tiempos de la empresa más digna de la historia.

No se les ocurre que para hallar trabajo honesto deberían, por lo menos, mudarse a otro lugar.

Hay un dato interesante sobre la ciudad de General Mosconi:

Contaba con 13.118 habitantes (INDEC, 2001), lo que representa un incremento del 18,4% frente a los 11.081 habitantes (INDEC, 1991) del censo anterior. Incluye Barrio Fátima y Barrio Martínez Saravia.

Y no se les ocurre porque lo que quieren, les alcanza con vivir muy modestamente pero sin trabajar, esto es, sin aportar nada a la sociedad en que viven.

Podemos tomar de la biología un término que describe perfectamente a esta gente. Son parásitos:

(Del lat. parasītus, y este del gr. παρáσιτος, comensal) Parásito es aquel ser vivo que vive y se nutre a expensas de otro ser vivo sin aportar ningún beneficio a este último.

Observando la realidad de Tartagal, lo más recomendable para la Argentina es entregar el departamento Gral. José de San Martín de la provincia de Salta a nuestros hermanos bolivianos, algo que difícilmente vaya a ocurrir.

Sólo la biología nos aporta una esperanza:

Se cree que en esta relación puede evolucionar, a lo largo de muchas generaciones de parásitos y hospedadores, hacia una simbiosis mutuamente beneficiosa (mutualismo).