Gracias principalmente al resto proporcionado por las inversiones de los 90 y al precio record de los commodities, Argentina se viene dando el lujo de aplicar desde hace 6 años políticas del más rancio corte populista. Se podría hablar de “populismo salvaje”, ya que prácticamente no ha quedado medida del repertorio del socialismo nacionalista sin ponerse en práctica: estatizaciones, confiscaciones, inflación, devaluaciones, controles de precios, congelamientos de tarifas, trabas al comercio exterior, expropiaciones, intervenciones, regulaciones, avasallamiento institucional y demás.
Sin embargo, después de 6 años de vigencia a pleno, como muy pocas veces en la historia, del “modelo”, los argentinos no parecen estar muy felices que digamos con sus resultados. Aparentemente lo suyo es la satisfacción emocional de la puesta en práctica de los disparates populistas que hacerse cargo de sus consecuencias.
Ahora la prioridad absoluta será encontrar a quién echarle la culpa del nuevo fracaso.
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