Sodoma y Gomorra, versión 00s
El sábado salió en el diario local todo un suplemento especial dedicado a iniciativas para hacer más “verde” a la ciudad. Porque aún con las decenas de regulaciones y rituales actuales, a muchos grupos de intereses especiales todavía no les alcanza.
Los pibes del diario son concientes de que el único camino es contar con la “voluntad política” suficiente para imponer las iniciativas de esta gente. Es decir, no queda otra que contar con la connivencia del estado para obligar a la gente a actuar como ellos creen que deberían hacerlo.
Entrevistan a varios capitostes de ONGs ambientalistas, que sugieren medidas que se deberían implementar de inmediato. Una de las más interesantes es la de prohibir los restaurantes “tenedor libre” en la ciudad. El señor en cuestión no aclara por qué, pero me imagino que tiene mucho más que ver con lo simbólico que con lo práctico: terminar con los excesos, con la gula, con el consumo desenfrenado y, de paso cañazo, ¿luchar contra la obesidad?
Los lobbies, o grupos de intereses especiales, como les dicen ahora en inglés, aún los motivados por las mejores intenciones, tienden a tener comportamientos mafiosos. De ahí la importancia de identificarlos claramente como tales (en ese sentido, los registros obligatorios que existen en EEUU son una excelente idea): activismo pago para conseguir ventajas sectoriales de parte del gobierno.
El principal problema que yo veo con los lobbies ambientalistas es que, al igual que los sindicatos públicos en Argentina, su marketing apunta a venderlos como defensores apartidarios y desinteresados del bien común. Y mucha gente les cree.
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