En nuestra cultura, fundamentar nuestras posiciones no es parte importante de la dialéctica, se torna en accesorio. Rechazamos fuertemente ir al fondo de cada cuestión, gastamos energía donde no corresponde, y mucho peor que eso, terminamos sin resolver nada de manera duradera. De esta forma, las conclusiones y las decisiones son siempre efímeras porque después de poco tiempo, la “verdad” es otra muy distinta, una verdad que es relativa al sujeto que domina la institución de que se trate y no a los individuos que la integran o le dieron su mandato para representarlos.
Muy bueno lo de Aranguren.
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