Comprate una cocina Sirena

Cada uno tiene derecho (es dueño, decían los chicos del barrio) a vivir como mejor le venga en ganas. Es justamente lo maravilloso de vivir en un sistema en el que la libertad es el bien más preciado. Hay mucha gente que elige, por ejemplo, la “simplicidad voluntaria”, que está tan de moda, por lo menos de la boca para afuera, en esta zona. Me parece una elección muy válida y respetable. No es para mí, pero respeto su elección.

El problema surge siempre por la marcada y muy insistente tendencia de esta gente a elegir no sólo para ellos sino para los demás. Como la “simplicidad voluntaria” me resulta tan fantástica, la cosa alcanza ribetes de verdad revelada religiosa y comienzo a luchar por el “derecho” de exigir a los demás que la adopten obligatoriamente como forma de vida. Después de todo es por su bien y el bien del planeta.

Como comprenderán, aquello de que “cada uno tiene derecho a vivir como mejor le venga en ganas” es válido para todo el mundo, no sólo para los colectivistas. De manera que me resulta absolutamente inaceptable que alguien pretenda decirme cómo debo vivir mi vida.

Antes de que me lo digan, sí, ya sé, por mi defensa de mi derecho de vivir como se me cantan las pelotas ante los avances colectivistas soy un antiguo, un energúmeno, un desaforado sin conciencia social y sin compromiso por el medioambiente.