O voluntarismo, como prefieran:
El peor pecado que se puede cometer contra un argentino es romperle las ilusiones. Las ilusiones son algo tan preciado entre nosotros que se vuelven intocables. Habrá, sin duda, algún intelectual orgánico que le de forma y pretextos a esta fenomenología de la ilusión y que descubra - ¡oh, las revelaciones de los “expertos”!- que la ilusión forma parte de las “fibras profundas” del alma del argentino junto con la carne y el recurso a las bravatas como sucedáneo de la defensa heroica de la “dignidá”.
En un país de ilusos, como este, a la gente le parece del todo coherente gritar a la vez: “¡No más impuestos!” y “¡ni un peso menos de gasto público!”.
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