Este fin de semana estuve chateando con Fabio, un ex compañero de trabajo, del que no tenía noticias desde hace varios años. Fabio es del interior de la provincia de BA, del interior profundo, de ése que ya ni nombre de cordón tiene. Estudió en La Plata y se fue a trabajar a Buenos Aires.
El panorama que describe no es el más alentador. Y eso que es profesional y tiene un muy buen trabajo. Lamentablemente no llegó a comprar una propiedad en los malditos 90, cuando todavía había créditos hipotecarios, y no tiene ni papi presidente de sociedad anónima para que lo financie sin pasar por el sistema bancario ni conocido para que le dé un crédito blando en algún banco oficial.
Fabio está en lo que Argentina es la clase media alta, muy acomodada, de la ciudad de BA, el distrito de mayores ingresos del país. Es profesional, con un muy buen trabajo, de 40 y pico, casado con dos hijos. Se encuentra en lo que debería ser el período más productivo de su vida, el momento de ahorrar para cuando sea viejo, y no tiene la menor posibilidad de guardar un peso. La plata se le va en el alquiler, la comida y el auto. Ni hablar de lujos, extravagancias ni vacaciones en el Caribe.
Ya ni los fondos de la AFJP le quedan.
Sabe perfectamente que llegó al pináculo de su vida en lo que se refiere a calidad y nivel de consumo, que a partir de ahora las cosas van a ir empeorando paulatinamente. Sabe que jamás accederá a una vivienda propia. Tal vez pueda mantener un poco actualizado el auto. No quiere ni pensar en cuando se jubile. Lo suyo es una enorme resignación, como si se tratara de un acto de Dios, un desastre natural como un terremoto o un huracán.
Me pregunta qué tal todo por acá. Cuando le digo que los esperamos de visita cuando quieran, se acuerda de cuando podía ahorrar mil dólares por mes (ahorros que perdió en el corralito/corralón/pesificación).
¿Qué le digo?
Por acá todo normal. Me alegro de tener noticias tuyas y de que estén todos bien.
¿Y qué le vas a decir? Si le decís la verdad, se mata... No sé cómo todavía no nos matamos todos. Bah, para qué, si igual un día, nos van a matar a todos. Un saludo!
ReplyDeleteNo sabe que el país creció a tasas chinas?
ReplyDeleteYo le hablo de las reservas del central pero no hay caso. Es un nostálgico de los 90.
ReplyDeleteClaro, che, parece que el crecimiento a tasas chinas kirchneristas sin inversión ni crédito no "derrama".
ReplyDeleteEsta persona es un profesional, que trabaja en una multinacional de primer nivel en la ciudad de BA. No sé que queda para para el resto.
ReplyDeleteTal cual, que le queda al resto? dignidad? No tienen donde caerse muertos, ni una mango para tomarse un avión, pero la dignidad de saber que ahora Aerolíneas sí es Argentina! Y también pueden ver fútbol "gratis" por TV abierta.
ReplyDeletede estar en su misma situación, empezaría a jugar con las reglas del vencedor.. no le queda más remedio que incorporarse a la clase política. Tiene que garronear un cargo como sea, eso le va a dar un par de cosas: a) jubilación de privilegio que seguramente van a ser pagadas antes que cualquier otra, y b) capacidad de morder en algún negociado que le acerque la casa, el yate, el auto importado, etc. etc. Por como vamos, no creo que esto vaya a cambiar en los próximos 25 años, así que para sus 65 ya estará acomodado y los habrá ido a visitar seguido.
ReplyDeleteAlex, sí, no queda otra. El problema esa que no todo el mundo tiene los contactos o el estómago para entrar en ese ambiente.
ReplyDeleteMaravillas del colectivismo.
ReplyDeleteA veces pienso que los ex-liberales K (bah, si alguna vez fueron liberales) Capitanich, Boudou, Massa, Scioli, etc... no están haciendo lo que dice Alex: "Quieren comer mierda, yo les voy a dar de comer mierda hasta que se cansen". Porque no puedo pensar que esa gente se crea toda la bosta progresista, quiero pensar que no lo creen, y están ahí para salvarse individualmente y hacerle un favor a los progres de toda la vida, dejarlos en la más profunda pobreza digna que adoran desde siempre.
ReplyDeleteEs muy complicado porque en gran medida en Argentina hay que lidiar con un problema psicológico, más que económico o político.
ReplyDeleteHay millones de argentinos, y no hablo de un pobre tipo que depende de un plan social para darle de comer a sus hijos, que prefieren claramente el fracaso ajeno al éxito propio. Esa gente está dispuesta a resignar ingresos siempre y cuando el que le sigue y el que percibe como su enemigo esté mucho peor.