Suelo tener diferencias con las opiniones de Mario Teijeiro, pero creo que en esto tiene toda la razón. Si Argentina aplica el “modelo” brasilero, como proponen los que se venden como alternativa al kirchnerismo, va a obtener indefectiblemente resultados brasileros:
Brasil y Chile son dos modelos distintos en la búsqueda de ese estrecho pasaje. Brasil tiene cada vez más peso en la esfera internacional por su tamaño y por la coherencia histórica de su política exterior (mientras nosotros carecemos de tamaño y de confiabilidad internacional). Las poderosas centrales empresarias han logrado influir para encarrilar la política interna hacia un respeto de sus intereses, aunque al costo de aceptar una altísima presión tributaria y una extendida intervención distributiva del Estado. Esta combinación parece apropiada y suficiente en un contexto internacional muy favorable. Pero la vulnerabilidad del modelo brasileño radica en que como consecuencia del proteccionismo industrial y de las ineficiencias asociadas a la intervención estatal distributiva, la economía crece poco y no transforma pobres en ciudadanos de clase media independientes, sino en una masa de dependientes del estado, enemigos crónicos de los valores del esfuerzo individual. El riesgo del modelo brasileño es que como consecuencia de algún tropezón económico, probablemente relacionado al fin del contexto internacional favorable, las mayorías electorales reclamen una nueva vuelta de distribucionismo y el país cambie hacia un círculo vicioso, como ocurrió en Argentina luego del 2001.
El modelo chileno en cambio está también apoyado en una institucionalidad política que respeta los intereses empresarios pero dentro de un modelo con libertad de comercio exterior y un Estado mucho más chico. Esto le ha permitido crecer espectacularmente y reducir genuinamente la pobreza generando empleos (no artificialmente subsidiando la pobreza). Consecuentemente el modelo chileno está en un círculo virtuoso, pues su éxito está cambiando la cultura de empresarios y obreros que crecientemente creen en la iniciativa privada y no en las prebendas estatales. Ese cambio cultural sostiene políticamente un modelo de economía abierta y competitiva y Chile está a punto de elegir como presidente a un empresario multimillonario.
La visión de quienes proponen nuestro Pacto de la Moncloa es emular a Brasil. Los politólogos ansían emular la calidad de su política y los empresarios prebendarios ansían adquirir la capacidad de lobby de sus colegas brasileños. Pero la comparación entre los dos países vecinos sirve para demostrar que el modelo a emular es Chile, que tiene mayor calidad institucional, menos corrupción, mayor capacidad de crecer y reducir la pobreza y consecuentemente mayores chances de sostenibilidad política.
Echale agua si no te quedó claro.
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