La fascinación nacional y popular por el gobierno de la turba.
¿Aprenderán algún día?
Desde el ágora ateniense hasta el foro romano, en los países de clima templado y amplios espacios abiertos el poder de la calle ha estado una y otra vez presente. Amantes de los espacios cerrados, los anglosajones lo detestan. Ignorarlo fue el gran pecado cultural del general Galtieri en los albores de la guerra de las Malvinas, cuando pretendió impresionar al secretario de Estado Haig llenando la Plaza de Mayo y consiguiendo el efecto contrario. Contradictorio hacia afuera, no por eso el poder de la calle ha dejado de pesar decisivamente hacia adentro en un país latino como el nuestro. Su máxima expresión fue el golpe de Estado cruento aunque no militar de diciembre de 2001, que precipitó la caída del presidente De la Rúa.
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