La parábola del hijo pródigo siempre me pareció de una injusticia tremenda y creo que constituye una de las diferencias culturales fundamentales entre la tradición católica y la protestante.
¿Quién merece mayor reconocimiento, un tipo que se esforzó toda su vida para hacer las cosas lo mejor posible u otro que se la pasó de joda y a último momento se arrepiente?
Las personas actúan racionalmente según los incentivos. Si en una sociedad las generales del caso se asemejan a las del “hijo pródigo” están en serios problemas.
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