En la Argentina hay que tener mucho cuidado con ese tipo de análisis porque no debemos olvidar que el argento promedio es vergonzante en política y esconde sus simpatías y tendencias detrás de un discurso mentiroso o falso cuando menos. Es normal que se mienta o se oculten las verdaderas simpatías. Doy dos ejemplos bien típicos.
Si recorremos diversos blogs o leemos los comentarios al pie de artículos de los grandes diarios veremos en cantidad (y a veces exclusivamente) textos del siguiente tenor “Yo no lo vote a Kirchner, pero....”, o también: “Yo no soy kirchnerista, pero...” y acto seguido pasan a defender encendidamente las políticas kirchneristas.
El otro caso es el amor al estatismo que desearía ver todas las empresas de servicios públicos y las grandes empresas en manos del Estado. Este deseo rara vez se explicita abiertamente porque sus partidarios saben que las empresas estatales argentinas son prácticamente indefendibles (Aerolíneas, ENTEL son de antología aunque no son las peores). Entonces aquí el discurso corre por otros carriles. Se ataca al gobierno que privatiza acusándolo de inmoral o corrupto.
Alguien me podrá decir que algo hay de cierto en todo esto dado que el gobierno de Menem no se caracterizó por una extremada honestidad, ciertamente.
A ello respondo: me tocó ver el caso del gobierno de Frondizi y la condena política que lo siguió.
Frondizi consiguió el autoabastecimiento de petróleo en dos años (cosa que fue una hazaña) prescindiendo de YPF y firmando cinco contratos de extracción con empresas extranjeras, liquidó la Corporación de Transporte y remató las empresas de la DINIE. Cuando cayó se transformó en un innombrable y fue acusado por la opinión pública injustamente de corrupto.
Y Frondizi era un hombre honesto a carta cabal. No robó un centavo.
Hay que tener mucho cuidado con el discurso del argento promedio. Porque no es sincero ni llama a las cosas por su nombre.
Luis N
En Argentina las fuerzas de la resistencia al cambio han demostrado ser imbatibles, sea con gobiernos militares o civiles, porque la resistencia al cambio se basa en las ideas el propio pueblo.
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