Yo me imagino, o quiero creer, que hasta los fanáticos más recalcitrantes del actual sistema universitario público argentino se dan cuenta de que la cosa no puede seguir así.
¿Puede una sociedad darse el lujo de que nada menos que sus universidades estén en manos de un grupo de delincuentes?
Esto amerita una quema de libros en desagravio. Llamemos a Hebita y a Delia.
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