La gente está muy caliente con los aumentos de impuestos y tarifas incluidos en el último presupuesto de Québec. La reacción no es todo lo saludable que me gustaría, pero algo es algo en una sociedad en la que la conformidad es sagrada.
Todas las encuestas muestran un rechazo de entre 70 y 80% a los aumentos y se habla insistentemente de recortar gastos en lugar de buscar cómo financiarlos sacándole plata a la gente de a pie.
Anoche en un noticiero leían algunos mensajes de correo electrónico de gente que amenazaba con mudarse a otra provincia.
El problema es muy complejo. Por lejos, el mayor ítem del presupuesto de la provincia es el mantenimiento del sistema de salud socializado que privilegia la solidaridad sobre el vil lucro. Y, como es sabido, no hay plata que alcance para financiar un sistema sin precios. Por lo tanto, si la salud es intocable, queda muy poco para recortar.
Uno de los puntos sería congelar los salarios del sector público, con el objetivo a largo plazo de que tengan el mismo promedio que los del sector privado, que los financian.
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