Los principales escollos para la creación de nuevos empleos son los propios sindicatos y las legislaciones laborales rígidas.
Los empleados públicos y los trabajadores registrados que pertenecen a los grandes gremios gozan de ventajas extraordinarias frente a los millones y millones de empleados informales, y ni que hablar de la escalofriante cantidad de desocupados que están completamente a la deriva.
Para poner un ejemplo, las mal llamadas 'conquistas sociales' posibilitan que un peluquero se jubile a los 50 años, ya que esa profesión se considera peligrosa porque... ¡implica contacto con productos químicos!
Lejos de intentar una solución, los gobiernos dedican su tiempo libre a endurecer cada día un poquito más las leyes de trabajo, incrementando y llegando a duplicar o triplicar el monto de las indemnizaciones o aumentando por decreto las cargas sociales haciendo cada vez más y más difícil su cumplimiento.
La brecha se agiganta y el problema se agrava, pero eso a nadie parece importarle.
En las épocas de crisis la cosa se pone peor, y en esos momentos para evitar despidos los gobiernos generalmente optan por la fácil y tensan la cuerda al máximo.
Las pequeñas y medianas empresas y los emprendimientos productivos modestos están en el horno, atrapados y sin salida.
Esto afecta aproximadamente al 50% de la masa laboral, o sea que el asunto de fenómeno marginal no tiene nada.
El discurso sindical, impregnado de 'solidaridad', 'derechos adquiridos', 'conquistas' y demás sofismas, se cierra sobre sí mismo y no afloja ni está por aflojar, porque los beneficiarios y sus dirigentes están sentados sobre los privilegios que supieron conseguir.
Y los gobiernos, cómplices del sectarismo, persisten en darle la espalda a la realidad actuando como si el problema lo padeciera otro.
Lo cierto es que si no se flexibilizan los contratos de trabajo en el marco de una reforma integral, no solo nada cambiará sino que empeorará.
Tenemos graves problemas con el gasto público, con la creación de empleo y con la presión impositiva.
Pero -curiosamente- ninguna agrupación política propone un plan de gobierno que permita disminuir el primero, potenciar el segundo y aliviar el último.
Los discursos y propuestas de los políticos 'opositores', en su totalidad, se limitan a prometer alegremente y a manos llenas bienestar y felicidad universales, pero aplicando la misma receta populista y demagógica que sostiene el oficialismo y que está condenada inexorablemente al fracaso.
...
Pero estos problemas ni remotamente son exclusivos de estas tierras de promisión, y España -entre muchos otros países que están en la lona- no se salva de la plaga:
Zapatero prepara una subida de impuestos a 'los que realmente tienen más'.
Sabemos lo que realmente significa eso, que no es otra cosa que el impuestazo es inminente, y a pelarse.
Algo me dice que esa película la estamos viendo -en continuado- desde hace mucho tiempo.
Raquel Reznik
Muy buen post!
ReplyDeleteLamentablemente, en Argentina no hay derecha. Tenemos gobernando a un zurdaje inmundo, corrupto y prebendario. Y en la oposición tenemos otro zurdaje que no duda en aliarse con los K si de expoliar nuestros ahorros previsionales se trata, o si hay que quitarle la autonomía al Central.
ReplyDeleteInsisto, los forros somos nosotros, que nos gusta votar toda esta mierda, y que levantamos las orejitas como perros y sonreímos con aprobación cuando escuchamos frasecitas como que les van a subir los impuestos "a los que realmente tienen más".
A joderse, que la llamada del asesino viene desde dentro de casa.
JL
La oposición no va a hacer nada, justamente porque si hay un 50% perjudicado actualmente, la otra mitad son votantes si les prometen mantener las mismas medidas.
ReplyDeleteEn cambio del 50% inicial no están tan seguros.
No, José Luis, Argentina es un país de derecha, es conservador, el problema es que conserva unos valores horrendos de populismo antirrepublicano.
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