El hombre no puede dejar de mirar las curvas femeninas; formas que él asocia inconscientemente a la salud reproductiva de la mujer en todas las culturas; en doce centésimas de segundo el cerebro masculino decide si una mujer le resulta interesante sexualmente o no.
Los varones poseen un gen que predispone a la infidelidad; y una hormona provoca que -después de hacer el amor- ellos se queden dormidos.
El cerebro masculino está en manos de una mujer.
La científica estadounidense se ha adentrado en la estructura cerebral y en la biología hormonal del hombre para tratar de averiguar qué y cómo piensa, y por qué actúa como actúa.
Resultado: el hombre piensa en el sexo 3 veces más que la mujer.
La autora asegura que cerebro masculino y femenino ya se diferencian durante la gestación; que hombres y mujeres utilizan diferentes circuitos cerebrales para procesar la información espacial y resolver problemas emocionales; emociones que, genéticamente, el hombre trata de ocultar y que la zona para el ejercicio de la sexualidad es dos veces y media mayor en el cerebro masculino que en el femenino.
Es al final de la vida, en la tercera edad, cuando hormonalmente el cerebro masculino y femenino se asemejan más.
Es inevitable.
La mujer no puede dejar de mirar las curvas masculinas; formas que ella asocia inconscientemente a la salud reproductiva del hombre en todas las culturas; en doce centésimas de segundo el cerebro femenino decide si un hombre le resulta interesante sexualmente o no.
Las mujeres poseen un gen que predispone a la infidelidad; y una hormona provoca que -después de hacer el amor- ellas se queden dormidas.
El cerebro femenino está en manos de un hombre.
La científica estadounidense se ha adentrado en la estructura cerebral y en la biología hormonal de la mujer para tratar de averiguar qué y cómo piensa, y por qué actúa como actúa.
Resultado: la mujer piensa en el sexo 3 veces más que el hombre.
La autora asegura que cerebro masculino y femenino ya se diferencian durante la gestación; que hombres y mujeres utilizan diferentes circuitos cerebrales para procesar la información espacial y resolver problemas emocionales; emociones que, genéticamente, la mujer trata de ocultar y que la zona para el ejercicio de la sexualidad es dos veces y media mayor en el cerebro femenino que en el masculino.
Es al final de la vida, en la tercera edad, cuando hormonalmente el cerebro masculino y femenino se asemejan más.
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Parece obvio que nadie en su sano juicio podría oponerse científicamente a ninguna de las dos teorías -aunque estén en las antípodas- si es que se admite como requisito para participar un umbral mínimo de honestidad.
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No lo sé.
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Es muy posible estas hipótesis sean falsas, ambas dos.
Porque algún día muchos tendrán que reconocer que esa manía por la diferenciación expresa únicamente el terror pánico a la igualación, y estoy hablando de ese miedo ancestral que ha sido -en la práctica- el motor de la civilización, tal como la conocemos.
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Lo que quise decir es que las mujeres nos diferenciamos de los hombres en muchísimas cosas, pero que esas diferencias no son sexuales.
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Raquel Reznik
Maten al becerro gordo ! Volvio Raquel !
ReplyDelete:) b'h'
Donde andas? Ya ni en coscorrones se te encuentra...
ReplyDeleteo sea que vamos a tener que venirnos vieCas para que el Gorr deje de putear cada vez que le preguntamos "Bichi... me querès?"
ReplyDeleteHola Raquel, estas igual!! Que bueno leerte.
ReplyDeleteRaquel, ¿sos vos? :)
ReplyDeleteJL
RAQUEL volviste! Espero que sea definitivo el regreso... Un abrazo!
ReplyDeleteNo comparto. Si hay un campo en el que hombres y mujeres diferimos, es en el sexual.
ReplyDeleteDe hecho, la estructura familiar de los monos bonovos (el animal que más se nos asemeja cromosómicamente), es absolutamente distinta a la nuestra: un solo macho con muchas hembras.