Siguen las prebendas, el proteccionismo y la estatización de empresas, ahora le toca a la marina mercante.
Honestamente ya no sé qué decir. Les gusta vivir así, fracasando pero haciendo lo que les sale del alma.
¿Tiene idea de lo que va a ser después sacarse de encima todo eso?
La industria naval nacional fue objeto de políticas y legislaciones protectoras que se prolongaron durante décadas, con frustrantes resultados. Existieron restricciones a la contratación de fletes de banderas extranjeras, se subsidió la industria naviera, se instalaron sistemas de reservas de cargas para favorecer los fletes en barcos de bandera nacional y se establecieron tributos sobre los fletes de exportación y de importación, que conformaron fondos para la marina mercante. Nunca, sin embargo, se logró empatar los costos de las líneas marítimas internacionales, de manera tal que los platos rotos quedaron a cargo del comercio exterior nacional y particularmente de la exportación de granos y commodities. Tales experiencias, que fueron derogadas y que ahora se intenta revivir, no han logrado asentar la convicción de que en nuestro comercio con el mundo el valor de los bienes transportados es más importante que sus fletes. En un país en general distante de sus mercados, ello es extremadamente importante. De lo expuesto surge nuestra más firme recomendación de archivar ambos proyectos.
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