Guy Sorman a mano alzada. Lo digo yo por acá y ni un bouchon de bola, old ladies:
Tan pronto como los gobiernos del G-20 creyeron haber salido de la crisis de 2008, gracias a un exceso de gasto público, se hizo predecible que toda interrupción de dichos gastos provocarían una recaída: tal es la situación actual.
Y puesto que los estados no tienen más recursos (nunca tienen otros que no sean los que les prestamos), la reducción de los déficits es un obstáculo que deprime la demanda que fue inflada artificialmente (como en el sector automotriz). No hay sorpresas: este escenario fue escrito de antemano y tiene los precedentes de 1974-78.
Otra ausencia de sorpresa: contábamos con China para impulsar el crecimiento, pero el crecimiento chino en realidad depende de la demanda de los consumidores de Occidente. Por lo tanto, cabe esperar un parate en China, hasta el momento disimulado por los créditos inmobiliarios: un crac inmobiliario es factible en ese país.
No habrá una luz al final del túnel hasta que prevalezca el sentido común económico, es decir, un retorno al buen capitalismo de siempre, que no seduce pero que ha demostrado su capacidad cuando se lo deja funcionar.
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