Tal como suele ocurrirles a los políticos -y a veces influenciados por ellos- en ocasiones jueces y fiscales también sienten en la nuca el apremiante aliento de la opinión pública.
La encrucijada que se les presenta entonces es forzar el Derecho en nombre del 'sentido común' para satisfacer el reclamo social y darles aire a los gobernantes o aplicar la ley como está escrita, sufrir escraches y amenazas de juicio político.
El primer camino es más popular, pero el análisis jurídico posterior -en frío, sin presión social y protagonizado por otros jueces- suele revertirlo.
Y lo único que termina logrando es haber tranquilizado a la gente con medidas ilusorias.
Para poner un ejemplo, el caso de Omar Chabán es paradigmático.
Si bien el tribunal reconoció que -alentados por la banda- fueron unos desconocidos los que tiraron las bengalas provocando la catástrofe, que él les suplicaba que no lo hicieran, fue condenado por incendio doloso, y a otra cosa mariposa.
Raquel Reznik
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