Hasta el país más pedorro del mundo tiene derecho a reventarse un tramo del intestino delgado hablando pestes y mofándose de EEUU como mejor le venga en ganas, pero aparentemente basta con el menor desliz de EEUU para que hasta el último aguantadero de delincuentes del planeta salte como leche hervida al sentirse herido en su amor propio.
Pero dejame de joder.
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