A laburar

Recuerdos del welfare state europeo:

"Recuerdo a un alemán fornido, uno de los novios estables de mi casera, ya entre los 30 y los 40 años, que me contó que su meta en la vida era no terminar sus estudios. "¿Por qué no?", le pregunté ingenuamente. La vida de un estudiante de leyes era buena, me explicó. Tenía una bonita beca del gobierno y la suplementaba con unos breves turnos como chofer de taxi. En el momento en que terminara la universidad, se convertiría en juez. Los jueces trabajan duro. De manera que, en vez de hacerlo, se nutría del pecho del Estado de bienestar.

En la época de oro del Estado de bienestar, entre 1965 y 1990 en la Europa continental, el sistema no sólo les daba dignidad a las personas pobres. También ayudaba a gente como el novio de mi casera a tener una vida que no estuviera condicionada por el dinero. Ahora, la demolición del Estado de bienestar en Europa está acabando con las últimas vidas lentas que quedan. En el futuro, casi todos los europeos deberán considerar la vida como una carrera.

Si quisiéramos situar el apogeo del Estado de bienestar, probablemente tendríamos que hacerlo en Holanda, alrededor de 1976. Ese fue el año en que me mudé al país. En ese entonces, pocos holandeses trabajaban mucho porque casi todo lo que ganaban se les iba en impuestos. Lo mismo ocurría en esa época en casi todos los países europeos. Las futuras generaciones se esforzarán por entender un subgénero del pop británico de las décadas de 1960 y 1970: canciones en contra de las autoridades tributarias. Esto es del grupo inglés The Kinks, en 1966: "El recaudador se llevó toda mi pasta/ y me dejó en esta señorial mansión/ holgazaneando en una tarde soleada".

En ese entonces la vida tenía mucho más que ver con las tardes soleadas. El Estado garantizaba que todo el mundo pudiera disfrutarlas, trabajara o no.

Teníamos un amigo holandés que había estudiado un tiempo asistencia social en una Sociale Academie -famosa entonces como lugar frecuentado por los hippies- pero había descubierto que en realidad cundía allí una competencia feroz. Abandonó los estudios y nunca trabajó, por principios. El Estado le pagaba por tocar la guitarra, ver cricket por televisión y llevar a cabo sombrías vendettas contra sus conocidos."