Escucho a muchos conocidos en Argentina y la pregunta es siempre la misma, ¿de qué habla esta gente?
En este país de gorditos burgueses, muchos se prefieren como revolucionarios virtuales, nostálgicos. Es el país de la burguesía sindical de Rolex, BMW y hasta con aviones privados. Pasaron décadas de “obras sociales” (que Perón nunca quiso concederles) y el sindicalismo no sale de su laborioso semianalfabetismo cultural y de una gesticulación clasista, de campera negra y marchita, para convencer lo que ni sus allegados creen: que no están en el partido de la riqueza inconfesable.
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