Muy bueno el post de Gastón. Debería escribir más seguido.
Sigo creyendo que el problema no es la corporación política ni la “clase dirigente” nacional y popular sino los argentinos. Es la gente de a pie la que sirve de semillero de la dirigencia, política y demás.
De todos modos, yo no sería tan pesimista. El cambio es posible. Así como los argentinos no tienen nada de especial ni de superior al resto de los habitantes de la región, tampoco tienen nada de inferior a sus vecinos.
Si los chilenos y, aparentemente ahora, también los uruguayos y brasileros fueron capaces de alcanzar un mínimo de racionalidad en el manejo de la cosa pública (que si bien no les garantiza la prosperidad, por lo menos les permite no caer en los perores excesos populistas), no veo por qué no lo puedan lograr los argentinos.
Ojo, no hablo de ser Australia o Canadá sino de volver a ser la Argentina previa al golpe a De la Rúa, un país pedorro, pero normal.
Hay una diferencia: en Uruguay, existen partidos políticos opositores, medios de prensa que no endiosan a los tupamaros e instituciones educativas independientes.
ReplyDeleteEn Brasil, un ex izquierdista como Cardoso lideró el cambio (http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Henrique_Cardoso).
En Chile, todavía hay voces disidentes, y la izquierda no tiene el nivel de agresividad e irracionalidad de nuestro país.
En Argentina, desde la infancia se inculca izquierdismo como un catecismo laico: Paka Paka para los niños, un marxista como José Nun para el ciclo secundario, y abundante marxismo en las facultades de carreras "humanistas". Por supuesto, un marxismo de gente que no ha leído a Marx, pero igualmente dañiña.
Nuestras leyes de educación y de medios son totalitarias. Si algún candidato centrista ganara las elecciones, de todos modos la "cultura" -es decir, el Ministerio de Educación, las universidades públicas, el cine financiado por el Estado y los canales de TV estatales, paraestatales y Telesur- quedarán en manos de la izquierda más retrógrada, o de quienes no se atreven a confrontar con ella en el campo de las ideas. Aunque no se lo confiese, hay mucho miedo.
Y los empresarios, en gran parte, piensan que todo se soluciona con un "buen" ministro de economía, dejando que la zurda prosiga su lavado colectivo de cerebros.
Los Kirchner y sus aliados han dejado un campo minado -no sólo en la economía, eso es lo de menos- en la cultura y en las instituciones del país.
A todo esto, los liberales argentinos son "autorreferenciales" y su purismo los lleva a la insignificancia política. Mientras Caparrós y Anguita -o antes de su muerte, Gorriarán Merlo- proclaman sin complejos su pasado terrorista, los liberales se atan las manos por temor a que se los confunda con "promilicos" o "menemistas". Tampoco se mezclan con la parte más potable del peronismo -que es el mal menor- y se conforman con darse mutuamente la razón en fundaciones liberales.