Aug 11, 2011

Otra columna muy interesante sobre los disturbios en el Reino Unido

Muy en línea con aquello de que las personas actúan racionalmente según los incentivos:

If you live a normal life of absolute futility, which we can assume most of this week’s rioters do, excitement of any kind is welcome. The people who wrecked swathes of property, burned vehicles and terrorised communities have no moral compass to make them susceptible to guilt or shame.


Most have no jobs to go to or exams they might pass. They know no family role models, for most live in homes in which the father is unemployed, or from which he has decamped.


(Gracias, Mariano)

19 comments:

  1. Me tomé la libertad de ilustrar el post.

    Real o photoshop ? You be the judge.

    ReplyDelete
  2. El primer detenido en salir es un niño de 11 años. Salió con libertad condicional y solo puede salir a la calle acompañado de los padres o los abuelos. Se fue del juzgado solo. Nadie lo fue a buscar. La segunda en salir, 23 añitos, recién termina la universidad, Asistente social es su flamante título. Tiene cargos por robo y vandalismo. Otro es teacher!! de escuela primaria...y sigue la lista.

    ReplyDelete
  3. Son las consecuencias de largo plazo del "welfare state", sumado al indiferentismo moral de la socialdemocracia, al rechazo como "conservador" o "reaccionario" de toda idea de educar inculcando valores; del relativismo moral, de la destrucción de la familia, la proliferación de hijos de hogares monoparentales (porque el padre se rajó). A eso, se suma una inmigración no integrada, porque el multiculturalismo políticamente correcto desdeña la idea de "integración", pues supone, en su concepción, una imposición cultural del país receptor de los inmigrantes.
    Sugiero, como antes lo hice, leer a Francis Fukuyama, "The great disruption". No se basen en el prejuicio de pensar que lo único -y bastante malo- que escribió, es "El fin de la historia"

    ReplyDelete
  4. A decir de Julio, lo que está explotando en Europa va a ser muy difícil de esconder debajo de la alfombra. Muy complicado, honestamente no sé cómo se puede salir de eso.

    Andrés

    ReplyDelete
  5. El boludo de Paul se va a cortar entero así descalzo.

    ReplyDelete
  6. No me sorprende para nada coincidir con Julio en su análisis. Sin ética del trabajo, con el relativismo moral a full y sin respeto por uno mismo y por los demás se obtienen estos resultados.

    Además, le agregaría que en sus propias casas les inculcan a los jóvenes, por falta de afecto, la noción de que ellos no valen nada, que no van a llegar a ser nada, que no tienen ningún futuro.

    El mismo mensaje lo reciben de la publicidad: lo único que interesa es ser un winner (para lo cual hay que tener esto o lo otro) si no lo tenés sos un perdedor.

    Lo que nadie dice es que para ser un verdadero ganador no se requiere ser un consumista absoluto, nadie les explica ni les muestra que hay otras cosas más importantes como trabajar, formar y mantener una familia, enfrentarse a los problemas, PARTICIPAR Y CONTRIBUIR a la sociedad y no VIVIR de la sociedad, etc., etc.

    La crisis económica actual tiene una especial gravedad en que NO SOLAMENTE el lumpen marginado está participando en los saqueos sino también muchos jóvenes que tienen estudios u oficios, pero no tienen trabajo ni perspectivas de tenerlo a mediano plazo. He visto jóvenes así en España, en Francia y en Italia y ni hablar en los países del Este europeo y también quisiera recordar que es el mismo fenómeno que provocó las revueltas juveniles en el Norte de África: jóvenes capacitados sin ninguna perspectiva de futuro laboral ni personal.

    A mi edad lo que me aterra es cuántas veces los padres argentinos les transmiten a sus hijos que la Argentina no tiene arreglo, que los delincuentes siempre triunfan, que afanar (no de caño, aclaro) es mejor que laburar, que el esfuerzo individual no paga, que hay que acomodarse, que no sirve ser responsable, que lo importante es "zafar", etc., etc.

    Alguno habrá notado que usé el verbo "transmitir" porque los hijos no copian lo que uno les dice, sino que copian lo que uno HACE efectivamente.

    Los jóvenes necesitan esperanzas y sueños para crecer como adultos, no necesitan resentimiento y amargura por lo que sus padres no lograron o no supieron defender.

    ReplyDelete
  7. Un llamado a la solidaridad: si alguno comparte la idea creo que sería muy bueno traducir al español el artículo de Max Hastings para darle más difusión, sobre todo, en estos días que corren.

    ReplyDelete
  8. Mr. Masked One, si le parece yo me ocupo de la traducción, ya me había cruzado con la nota de Hastings y pensaba que era demasiado buena como para dejarla pasar...

    ReplyDelete
  9. Mayor, me alegra ver que coincide y le quedo muy agradecido.

    ReplyDelete
  10. Faltaba más, Mr. Masked One, es un gusto y un placer, por no mencionar que es una necesidad poner estos textos al alcance del lector hispanoparlante.

    En fin, acá va por partes:

    AÑOS DE DOGMA PROGRESISTA HAN PROHIJADO UNA GENERACIÓN DE JÓVENES AMORALES, SIN EDUCACIÓN, DEPENDIENTES DE LA BENEFICENCIA Y BRUTALIZADOS.

    Por Max Hastings

    Unas pocas semanas después de que la ciudad norteamericana de Detroit fuera devastada por los disturbios raciales de 1967 en los que 43 personas murieron, fui llevado en un recorrido por las áreas arrasadas por un periodista negro llamado Joe Strickland.

    Él dijo: “No creas todas esas cosas que la gente de acá le dicen a los tipos de los medios sobre lo apenados que están de lo que pasó. Cuando se hablan los unos a los otros, dicen: '¡Qué gran incendio, hombre!'“

    Estoy seguro de que eso es lo que muchos de los jóvenes manifestantes, tanto negros como blancos, que estuvieron quemando y saqueando en Inglaterra durante las últimas y estremecedoras noches piensan hoy.

    Fue divertido. Hizo que la vida fuera interesante. Hizo que la gente los notara. Como le dijo una saqueadora a un periodista de la BBC, le mostró a “los ricos” y a la policía que “podemos hacer lo que queramos”.

    Si usted vive una vida normal de absoluta futilidad, como la que podemos asumir que vive la mayoría de los manifestantes de esta semana, la emoción de cualquier tipo es bienvenida. Las personas que arrasaron extensiones de propiedad, quemaron vehículos y aterrorizaron comunidades no tienen una brújula moral que los haga susceptibles a la culpa y la vergüenza.

    La mayoría no tiene trabajos a los que acudir o exámenes que puedan aprobar. No conocen ningún modelo familiar a seguir, porque la mayoría vive en casas en donde o el padre está desempleado, o del que ha huido.

    Son iletrados e incapaces de hacer las operaciones básicas, más allá quizás de alguna habilidad con los juegos de computadora y los BlackBerries.

    Son en esencia bestias salvajes. Uso esa frase con conocimiento de causa, porque parece apropiada para jóvenes privados de la disciplina que podría hacerlos capaces de ser empleados; de la conciencia que distingue entre el bien y el mal.

    Responden sólo a impulsos animales instintivos - comer y beber, tener sexo, tomar y destruir la propiedad accesible de los demás.

    Su comportamiento en las calles se pareció al del oso polar que atacó un campamento turístico noruego la semana pasada. Estaban haciendo lo que les venía naturalmente y, a diferencia del oso, nadie siquiera les disparó por ello.

    Un antiguo jefe policial de Londres habló hace algunos años acerca de los “niños silvestres” en su distrito - otra forma de describir la misma realidad.

    La deprimente verdad es que en la base de nuestra sociedad hay una capa de jóvenes sin habilidades, educación, valores o aspiraciones. No tienen lo que la mayoría de nosotros llamaría “vidas”: simplemente existen.

    Nadie se ha atrevido a sugerirles que necesitan sentir alguna lealtad hacia algo, menos que menos a Gran Bretaña o a su comunidad. No ven las bodas reales, no se percatan de los test matches o se enorgullecen de ser londinenses o liverpulianos o birminghense.

    No sólo no conocen nada del pasado de Gran Bretaña; no les importa nada de su presente.

    Encuentran su ser sólo en los juegos de video y las peleas callejeras, el uso casual de drogas y el crimen, a veces modesto, a veces serio.

    Las nociones de trabajar de 9 a 5, de casarse y quedarse con una esposa e hijos, de hacer cursos de “hágalo usted mismo” o aprender a leer correctamente, están más allá de sus imaginaciones.

    ReplyDelete
  11. (Parte II)

    La semana pasada, me encontré con una trabajadora de caridad que está tratando de ayudar a una adolescente del este de Londres a labrarse una vida para ella misma. Hay una dificultad, empero: “Su madre quiere que ella se dedique a revolear la cartera”. Mi amiga explicó: “Es por el dinero, claro”.

    Ha existido una clase marginal durante la historia, que alguna vez sufrió privaciones espantosas. Sus espasmódicos arrebatos de violencia, en especial a comienzos del siglo XIX, asustaron a las clases dominantes.

    Sus frustraciones y pasiones eran mantenidas a raya mediante la fuerza y castigos legales draconianos, sobre todo la pena capital y el envío a las colonias.

    Hoy, aquellos que están en el fondo de la sociedad no se comportan mejor que sus ancestros, pero el Estado de Bienestar los ha liberado del hambre y de las necesidades reales.

    Cuando los estudios sociales hablan de “privación” y “pobreza”, esto es completamente relativo. Mientras tanto, las sanciones por el mal comportamiento han casi desaparecido.

    Cuando el secretario de Trabajo y Pensiones Iain Duncan Smith le pidió hace poco a los empleadores que contrataran más trabajadores británicos y menos inmigrantes, su pedido fue recibido con carcajadas.

    Toda empresa en el país sabe que un europeo oriental, por ejemplo, primero se molestará en concurrir; segundo, trabajará más duro; y tercero, tendrá mejor educación que su contraparte británica. ¿A quién culpamos por este estado de cosas?

    Ken Livingstone, despreciable como siempre, declaró que los disturbios fueron resultado de los recortes de gastos del Gobierno. Esto recuerda los dichos del entonces líder del Concejo de Lambeth, “Ted el Rojo” Knight, quien dijo luego de los disturbios de Brixton en 1981 que la policía en su barrio “equivalía a un ejército de ocupación”.

    Pero no va a servir de nada afirmar que el comportamiento de los revoltosos refleja circunstancias de privación o persecución policial.

    Es cierto que pocos tienen trabajos, aprenden algo útil en la escuela, viven en hogares decentes, comen a horas regulares o sienten lealtad a algo que esté más allá de su pandilla local.

    Esto no es, empero, porque sean víctimas del maltrato o la negligencia.

    Es porque es fantásticamente difícil ayudar a esas personas, jóvenes o viejas, sin imponerles un grado de compulsión que la sociedad moderna halla inaceptable. Estos chicos son lo que son porque nadie los hace ser algo distinto o mejor.

    Un factor clave en la delincuencia es la falta de sanciones efectivas que la disuadan. Desde una edad temprana, los niños silvestres descubren que pueden matonear a sus compañeros en la escuela, insultar a la gente en las calles, orinar afuera de los pubs, tirar basura por las ventanillas de los autos, poner las radios de los autos a volúmenes ensordecedores, y, de hecho, cometer ataques casuales con sólo una insignificante perspectiva de recibir un reproche, ni hablar de retribución.

    John Stuart Mill escribió en 1859 en su gran ensayo “Sobre la Libertad”: “La libertad del individuo debe ser por tanto limitada; no debe convertirse en una molestia para las demás personas.”

    Sin embargo todos los días en todas partes del país, este principio vital de las sociedades civilizadas es roto con impunidad.

    Cualquiera que reproche a un niño, ni hablar de a un adulto, por tirar basura, hacer alboroto, cometer vandalismo o manejar sin consideración recibirá a cambio un torrente de obscenidades, cuando no violencia.

    ReplyDelete
  12. (Parte III)

    ¿Entonces quién tiene la culpa? La destrucción de las familias, la promoción perniciosa de la maternidad soltera como un estado deseable, la decadencia de la vida familiar a tal punto que incluso las comidas compartidas son una rareza, han todas contribuido de manera importante a la condición de la clase marginal joven.

    La industria de la ingeniería social se une para afirmar que el patrón convencional de la vida familiar ya no es válido.

    ¿Y qué hay de las escuelas? No creo que se las pueda culpar por la creación de una cultura grotescamente autoindulgente e incapaz de juzgar.

    Esto ha sido en última instancia sancionado por el Parlamento, que se niega a aceptar, por ejemplo, que los niños tienen más posibilidades de prosperar con dos padres en vez de uno solo, y que la cultura de la dependencia es una tragedia para aquellos que reciben algo a cambio de nada.

    La Justicia se vuelve cómplice de los servicios sociales y de abogados infinitamente ingeniosos para afianzar los derechos del criminal y del agresor por sobre los de los ciudadanos que respetan las leyes, especialmente si un joven delincuente está involucrado.

    La policía, en años recientes, ha desarrollado una reputación de ignorar el gamberrismo y el matonismo, e incluso de ponerse de parte de los gamberros contra los que protestan.

    “El problema”, dijo Bill Pitt, el antiguo jefe de la Unidad de Estrategia para Molestias de Manchester, “es que la ley parece estar ahí para proteger los derechos del perpetrador, y no asiste a la víctima”.

    La Policía arresta regularmente a propietarios de viviendas que se considera que han tomado acciones “desproporcionadas” para protegerse a sí mismos y a sus propiedades de ladrones e intrusos. Se difunde el mensaje de que los criminales tienen poco que temer de “los federales”.

    Los datos publicados a comienzo de este mes muestran que una mayoría de los delitos “menores” (que incluyen el robo a viviendas y el robo de automóviles, y que causan perturbaciones serias a sus víctimas) nunca son investigados, porque las fuerzas piensan que es demasiado improbable que atrapen a los perpetradores.

    ¿Cómo inculcar valores en un niño cuyo único modelo a seguir es el futbolista Wayne Rooney, un hombre desprovisto hasta de las más magras gracias humanas?

    ¿Cómo persuadir a los niños a dejar las malas palabras cuando es casi lo único que escuchan de boca de las estrellas en la BBC?

    Un maestro, Francis Gilbert, escribió hace cinco años en su libro “Nación de Gamberros”: “El público siente que ya no tiene el derecho de interferir”.

    Hablando acerca de las dificultades para imponer sanciones por mal comportamiento o vagancia en la escuela, describió el caso de una alumna a la que retó por no cumplir a tiempo con ninguna de sus tareas.

    La madre de la joven, una trabajadora social, lo llamó y le dijo: “Amenazar con echar a mi hija de los cursos para los exámenes de nivel A porque no hizo algo de trabajo se acerca al abuso psicológico, y hay legislación que previene esa clase de amenazas”.

    “Creo que usted está tratando de lesionar el bienestar mental de mi hija, y podría tomar acciones... si no se anda con cuidado”.

    Esa historia tiene horrendos visos de verdad. Refleja una sociedad en la que los maestros han sido privados de su derecho tradicional a arbitrar en el comportamiento de los alumnos. Desprovistos de poder, a la mayoría le cuesta mucho mantener el respeto, ni hablar del control.

    ReplyDelete
  13. (Parte III)

    ¿Entonces quién tiene la culpa? La destrucción de las familias, la promoción perniciosa de la maternidad soltera como un estado deseable, la decadencia de la vida familiar a tal punto que incluso las comidas compartidas son una rareza, han todas contribuido de manera importante a la condición de la clase marginal joven.

    La industria de la ingeniería social se une para afirmar que el patrón convencional de la vida familiar ya no es válido.

    ¿Y qué hay de las escuelas? No creo que se las pueda culpar por la creación de una cultura grotescamente autoindulgente e incapaz de juzgar.

    Esto ha sido en última instancia sancionado por el Parlamento, que se niega a aceptar, por ejemplo, que los niños tienen más posibilidades de prosperar con dos padres en vez de uno solo, y que la cultura de la dependencia es una tragedia para aquellos que reciben algo a cambio de nada.

    La Justicia se vuelve cómplice de los servicios sociales y de abogados infinitamente ingeniosos para afianzar los derechos del criminal y del agresor por sobre los de los ciudadanos que respetan las leyes, especialmente si un joven delincuente está involucrado.

    La policía, en años recientes, ha desarrollado una reputación de ignorar el gamberrismo y el matonismo, e incluso de ponerse de parte de los gamberros contra los que protestan.

    “El problema”, dijo Bill Pitt, el antiguo jefe de la Unidad de Estrategia para Molestias de Manchester, “es que la ley parece estar ahí para proteger los derechos del perpetrador, y no asiste a la víctima”.

    La Policía arresta regularmente a propietarios de viviendas que se considera que han tomado acciones “desproporcionadas” para protegerse a sí mismos y a sus propiedades de ladrones e intrusos. Se difunde el mensaje de que los criminales tienen poco que temer de “los federales”.

    Los datos publicados a comienzo de este mes muestran que una mayoría de los delitos “menores” (que incluyen el robo a viviendas y el robo de automóviles, y que causan perturbaciones serias a sus víctimas) nunca son investigados, porque las fuerzas piensan que es demasiado improbable que atrapen a los perpetradores.

    ¿Cómo inculcar valores en un niño cuyo único modelo a seguir es el futbolista Wayne Rooney, un hombre desprovisto hasta de las más magras gracias humanas?

    ¿Cómo persuadir a los niños a dejar las malas palabras cuando es casi lo único que escuchan de boca de las estrellas en la BBC?

    Un maestro, Francis Gilbert, escribió hace cinco años en su libro “Nación de Gamberros”: “El público siente que ya no tiene el derecho de interferir”.

    Hablando acerca de las dificultades para imponer sanciones por mal comportamiento o vagancia en la escuela, describió el caso de una alumna a la que retó por no cumplir a tiempo con ninguna de sus tareas.

    La madre de la joven, una trabajadora social, lo llamó y le dijo: “Amenazar con echar a mi hija de los cursos para los exámenes de nivel A porque no hizo algo de trabajo se acerca al abuso psicológico, y hay legislación que previene esa clase de amenazas”.

    “Creo que usted está tratando de lesionar el bienestar mental de mi hija, y podría tomar acciones... si no se anda con cuidado”.

    Esa historia tiene horrendos visos de verdad. Refleja una sociedad en la que los maestros han sido privados de su derecho tradicional a arbitrar en el comportamiento de los alumnos. Desprovistos de poder, a la mayoría le cuesta mucho mantener el respeto, ni hablar del control.

    ReplyDelete
  14. (Parte III)

    ¿Entonces quién tiene la culpa? La destrucción de las familias, la promoción perniciosa de la maternidad soltera como un estado deseable, la decadencia de la vida familiar a tal punto que incluso las comidas compartidas son una rareza, han todas contribuido de manera importante a la condición de la clase marginal joven.

    La industria de la ingeniería social se une para afirmar que el patrón convencional de la vida familiar ya no es válido.

    ¿Y qué hay de las escuelas? No creo que se las pueda culpar por la creación de una cultura grotescamente autoindulgente e incapaz de juzgar.

    Esto ha sido en última instancia sancionado por el Parlamento, que se niega a aceptar, por ejemplo, que los niños tienen más posibilidades de prosperar con dos padres en vez de uno solo, y que la cultura de la dependencia es una tragedia para aquellos que reciben algo a cambio de nada.

    La Justicia se vuelve cómplice de los servicios sociales y de abogados infinitamente ingeniosos para afianzar los derechos del criminal y del agresor por sobre los de los ciudadanos que respetan las leyes, especialmente si un joven delincuente está involucrado.

    La policía, en años recientes, ha desarrollado una reputación de ignorar el gamberrismo y el matonismo, e incluso de ponerse de parte de los gamberros contra los que protestan.

    “El problema”, dijo Bill Pitt, el antiguo jefe de la Unidad de Estrategia para Molestias de Manchester, “es que la ley parece estar ahí para proteger los derechos del perpetrador, y no asiste a la víctima”.

    La Policía arresta regularmente a propietarios de viviendas que se considera que han tomado acciones “desproporcionadas” para protegerse a sí mismos y a sus propiedades de ladrones e intrusos. Se difunde el mensaje de que los criminales tienen poco que temer de “los federales”.

    Los datos publicados a comienzo de este mes muestran que una mayoría de los delitos “menores” (que incluyen el robo a viviendas y el robo de automóviles, y que causan perturbaciones serias a sus víctimas) nunca son investigados, porque las fuerzas piensan que es demasiado improbable que atrapen a los perpetradores.

    ¿Cómo inculcar valores en un niño cuyo único modelo a seguir es el futbolista Wayne Rooney, un hombre desprovisto hasta de las más magras gracias humanas?

    ¿Cómo persuadir a los niños a dejar las malas palabras cuando es casi lo único que escuchan de boca de las estrellas en la BBC?

    Un maestro, Francis Gilbert, escribió hace cinco años en su libro “Nación de Gamberros”: “El público siente que ya no tiene el derecho de interferir”.

    Hablando acerca de las dificultades para imponer sanciones por mal comportamiento o vagancia en la escuela, describió el caso de una alumna a la que retó por no cumplir a tiempo con ninguna de sus tareas.

    La madre de la joven, una trabajadora social, lo llamó y le dijo: “Amenazar con echar a mi hija de los cursos para los exámenes de nivel A porque no hizo algo de trabajo se acerca al abuso psicológico, y hay legislación que previene esa clase de amenazas”.

    “Creo que usted está tratando de lesionar el bienestar mental de mi hija, y podría tomar acciones... si no se anda con cuidado”.

    Esa historia tiene horrendos visos de verdad. Refleja una sociedad en la que los maestros han sido privados de su derecho tradicional a arbitrar en el comportamiento de los alumnos. Desprovistos de poder, a la mayoría le cuesta mucho mantener el respeto, ni hablar del control.

    ReplyDelete
  15. (Parte IV)

    Nunca disfruté la escuela, pero, como muchos chicos hasta tiempos bastante recientes, hacía la tarea porque sabía que se me castigaría si no lo hacía. Nunca se les hubiera ocurrido a mis padres no hacer valer la autoridad de mis maestros. Esto podría haber sido injusto para algunos alumnos, pero era la forma en la que funcionaron durante siglos las escuelas, hasta la llegada de los demenciales “derechos de los alumnos”.

    Hace poco recibí una carta de una maestra que trabajaba en una unidad de referencia estudiantil en un condado, en la que describe espantosas dificultades a la hora de imponer disciplina. Su única arma, contaba, era el derecho a marcar una cruz disciplinaria junto al nombre de un alumno por mal comportamiento.

    Después de pedirle repetidamente y en vano a un alumno de 15 años que dejara de usar lenguaje obsceno, ella dijo: “Fred, si vuelves a usar ese lenguaje, te marcaré una cruz”.

    Él respondió: “¡Márcame una puta cruz entonces!” Eventualmente, ella dijo: “Fred, tienes tres cruces ahora. Debes perderte tu próximo recreo”.

    Él respondió: “¡No me voy a perder mi recreo, me voy a fumar un puto cigarrillo!” Cuando ella acudió a su administrador, él dijo: “Bueno, el chico está pasando por mucho en su casa ahora. No seas tan dura con él”.

    Ésta es una historia que se repite día a día en escuelas de todo el país.

    Hace un siglo, ningún niño se hubiera atrevido a usar lenguaje obsceno en clase. Hoy, algunos casi no usan otra cosa. Simboliza su desprecio por los modales y la decencia, y suele ser un anticipo de la delincuencia.

    Si un niño carece del suficiente respeto como para dirigirse a figuras de autoridad de manera cortés, y no recibe castigos cuando no lo hace, entonces las otras formas de abuso (de la propiedad y de la persona) vienen naturalmente.

    ReplyDelete
  16. (Parte III)

    ¿Entonces quién tiene la culpa? La destrucción de las familias, la promoción perniciosa de la maternidad soltera como un estado deseable, la decadencia de la vida familiar a tal punto que incluso las comidas compartidas son una rareza, han todas contribuido de manera importante a la condición de la clase marginal joven.

    La industria de la ingeniería social se une para afirmar que el patrón convencional de la vida familiar ya no es válido.

    ¿Y qué hay de las escuelas? No creo que se las pueda culpar por la creación de una cultura grotescamente autoindulgente e incapaz de juzgar.

    Esto ha sido en última instancia sancionado por el Parlamento, que se niega a aceptar, por ejemplo, que los niños tienen más posibilidades de prosperar con dos padres en vez de uno solo, y que la cultura de la dependencia es una tragedia para aquellos que reciben algo a cambio de nada.

    La Justicia se vuelve cómplice de los servicios sociales y de abogados infinitamente ingeniosos para afianzar los derechos del criminal y del agresor por sobre los de los ciudadanos que respetan las leyes, especialmente si un joven delincuente está involucrado.

    La policía, en años recientes, ha desarrollado una reputación de ignorar el gamberrismo y el matonismo, e incluso de ponerse de parte de los gamberros contra los que protestan.

    ReplyDelete
  17. (Parte III y medio)

    “El problema”, dijo Bill Pitt, el antiguo jefe de la Unidad de Estrategia para Molestias de Manchester, “es que la ley parece estar ahí para proteger los derechos del perpetrador, y no asiste a la víctima”.

    La Policía arresta regularmente a propietarios de viviendas que se considera que han tomado acciones “desproporcionadas” para protegerse a sí mismos y a sus propiedades de ladrones e intrusos. Se difunde el mensaje de que los criminales tienen poco que temer de “los federales”.

    Los datos publicados a comienzo de este mes muestran que una mayoría de los delitos “menores” (que incluyen el robo a viviendas y el robo de automóviles, y que causan perturbaciones serias a sus víctimas) nunca son investigados, porque las fuerzas piensan que es demasiado improbable que atrapen a los perpetradores.

    ¿Cómo inculcar valores en un niño cuyo único modelo a seguir es el futbolista Wayne Rooney, un hombre desprovisto hasta de las más magras gracias humanas?

    ¿Cómo persuadir a los niños a dejar las malas palabras cuando es casi lo único que escuchan de boca de las estrellas en la BBC?

    Un maestro, Francis Gilbert, escribió hace cinco años en su libro “Nación de Gamberros”: “El público siente que ya no tiene el derecho de interferir”.

    Hablando acerca de las dificultades para imponer sanciones por mal comportamiento o vagancia en la escuela, describió el caso de una alumna a la que retó por no cumplir a tiempo con ninguna de sus tareas.

    La madre de la joven, una trabajadora social, lo llamó y le dijo: “Amenazar con echar a mi hija de los cursos para los exámenes de nivel A porque no hizo algo de trabajo se acerca al abuso psicológico, y hay legislación que previene esa clase de amenazas”.

    “Creo que usted está tratando de lesionar el bienestar mental de mi hija, y podría tomar acciones... si no se anda con cuidado”.

    Esa historia tiene horrendos visos de verdad. Refleja una sociedad en la que los maestros han sido privados de su derecho tradicional a arbitrar en el comportamiento de los alumnos. Desprovistos de poder, a la mayoría le cuesta mucho mantener el respeto, ni hablar del control.

    ReplyDelete
  18. (Parte V y final)

    Así que ahí lo tenemos: una enorme, amoral y brutalizada subcultura de jóvenes británicos que carecen de educación porque no tienen voluntad de aprender, y de habilidades que podrían conseguirles un trabajo. Son demasiado vagos como para aceptar trabajos de mozos o de empleados domésticos, que es por lo cual casi todos esos trabajos están ocupados por inmigrantes.

    No tienen códigos de valores que los disuadan de comportarse antisocialmente o, de hecho, criminalmente, y tienen pocas posibilidades de ser castigados si lo hacen.

    No tienen sentido de responsabilidad hacia ellos mismos, mucho menos hacia los demás, y no esperan ningún futuro que vaya más allá de la siguiente comida, encuentro sexual o partido de fútbol por TV.

    Son un peso muerto absoluto en la sociedad, porque no contribuyen en nada a la vez que le cuestan miles de millones al contribuyente. La opinión progresista sostiene que son víctimas, porque la sociedad ha fracasado en otorgarles oportunidades para desarrollar su potencial.

    La mayoría de nosotros diríamos que esto es un sinsentido. En realidad, son víctimas de un ethos social pervertido que eleva la libertad personal al grado de un absoluto, y que le niega a la clase marginal la disciplina, el amor duro, que es lo único que les permitiría a algunos de sus miembros escapar del pantano de dependencia en el que viven.

    Sólo la educación, junto con políticos, jueces, policías y maestros que tengan el coraje de forzar a los humanos silvestres a obedecer las reglas que el resto de nosotros ha aceptado durante todas nuestras vidas, puede darnos un camino hacia adelante y una salida para esas personas.

    Son productos de una cultura que les da tanto incondicionalmente que los deja aprendiendo cómo convertirse en seres humanos. Mis perros se comportan mejor y participan de un código de valores más alto que los alborotadores de Tottenham, Hackney, Clapham y Birmingham.

    A menos que o hasta que aquellos que conducen a Gran Bretaña introduzcan incentivos para la decencia e impongan penas por la bestialidad que hoy brillan por su ausencia, nunca habrá una escasez de jóvenes alborotadores y saqueadores como los de las últimas cuatro noches, para quienes sus monstruosos excesos fueron “un gran incendio, hombre”.

    ----

    Bueno, eso es todo... ojo que por esos emputecimientos de Blogger salieron desordenadas las partes, fíjense bien al principio de cada comentario... obviamente, el orden sería: Parte I, II, III, III y medio (originalmente el III era un comment entero pero hubo que partirlo), IV y V.

    Espero que lo disfruten y salute!

    Mayor Payne (en operaciones)

    ReplyDelete
  19. Acabo de leer el artículo. Es TREMENDÍSIMO. Así de grande, me hace acordar tanto a Argentina cuando se habla de la pérdida de valores como el respeto hacia la autoridad. Y también pasa algo parecido con mis conocidos de mi edad (27 años): si no tenés un Blackberry, un auto (aunque sea usado), te masturbás (yo lo hago una vez por día, en promedio, por ejemplo, y no me hace mal, al contrario), no ganás chicas (yo por ejemplo siempre fuí soltero en mis 27 años, aunque quisiera tener novia pero no sé como); entonces sos un perdedor total. O sea, importa más que nada lo material, que te puede servir por un momento pero no para otro.

    Andrés

    ReplyDelete

Note: Only a member of this blog may post a comment.