Se me pasó la columna de De Pablo en La Nación de hoy, la caí en cuenta gracias a un comentario anónimo.
Me hizo acordar a la anécdota que nos contó hace unos años Don Juan Carlos, pizza de por medio. En un viaje a NY, a fines de los 60 o principios de los 70, se va a un negocio de la Quinta Avenida a comprar una calculadora de mano (equivalente a una iPad en esos años). El dueño, un hindú, le ofrece varios modelos de alrededor de 200 dólares cada uno, pero De Pablo los rechaza. El vendedor le pregunta por qué y De Pablo le explica que en su país de origen no iba a conseguir las pilas. El hindú lo mira medio enojado y le contesta “¿pero dónde vive usted, en África?”:
Cuando falta un bien, aumenta la demanda de los sustitutos más cercanos. Las licencias no automáticas de importación incrementan las dificultades para que los artículos fabricados en el exterior puedan ser comprados en cualquier comercio de barrio. Quienes tienen menos recursos se vuelcan hacia la compra de los sustitutos fabricados localmente; los ricos viajan, y en vez de conocer maravillas naturales, visitar museos o ver espectáculos, se la pasan comprando y calculando cómo eludir a la Aduana argentina.
Y los psicópatas se venden como progresistas y hacen marketing con Tecnópolis mientras los esclavos esperan recibir las migajas del festín de los corruptos.
ReplyDeleteLamentable.
Tuve mi primera calculadora cuando iba a la primaria, una FATE, industria nacional ... las cuatro operaciones básicas...llevaba seis pilas AA.... cambiarle las pilas era un presupuesto...
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