O, si lo es, es ajuste bueno, ajuste progresista:
En Grecia, Italia o España lo calificarían como ajuste, agregando que abrupto, múltiple y simultáneo. En Argentina, no.
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Desde el punto de vista profesional, no hay nada sorprendente en esto. Un país donde –en términos interanuales- la recaudación impositiva, aduanera y previsional en números redondos crece 30%, y el gasto público más de 40%, donde se terminaron los stocks para manotear y no parece haber voluntad de volver a los mercados voluntarios de deuda (a Dios gracias, agrego como contribuyente impositivo), es un país donde cabe esperar que ocurra “algo”.
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El problema lo tiene lo que ahora se denomina “el relato”. Porque gracias al “nuevo modelo de país” veníamos fenómeno, cada tanto Joseph Stiglitz volvía a visitarnos para felicitarnos, no dejábamos oportunidad de tratar de exportar nuestro modelo al resto del mundo, y ahora… esto.
Mi viejo, perdón, mi padre, solía ilustrarme el sinsentido de ciertos comportamientos con la parábola que él denominaba "el burro del aragonés".
ReplyDeleteContaba que había un aragonés que había decidido enseñar a su burro a no comer.
Todos los días le quitaba un poco de comida...
Un día, un paisano le preguntó:
¿Y qué tal su burro? ¿Aprendió a vivir sin comer?
A lo que el aragonés le respondió:
¡Que va! Justo cuando aprendió, se murió...
Leyendo la palabra ajuste no pude dejar de focalizarme en los breteles de la señorita.
ReplyDeleteEl martes estuvo con Longobardi son dos partes.
ReplyDeleteEs así, Don Pero.
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