Gran parte del entusiasmo que genera el “modelo” tiene que ver con cuestiones emocionales/testiculares

Millones de argentinos están convencidos, de toda la vida, de que existen atajos para el desarrollo, de que hay ciertos atributos que distinguen como desarrollados a los países que los poseen.

El disparate del “tren bala” iba en ese sentido, como la idea de que si en alguna estadística internacional Argentina figura como uno de los países en los que se arman teléfonos celulares, cámaras digitales o televisores de plasma le corresponde el diploma de potencia. La industria automotriz es otro ejemplo de las taras que quedaron dando vuelta desde el desarrollismo profundo circa década del 40.

Me imagino que todavía se acuerdan de “proyectos” nacionales y populares como el de los “drones”, los submarinos nucleares, los cohetes lanzadores de satélites y demás sueños eróticos tercermundistas.

En algún momento les debería quedar más claro que es exactamente al revés. Los países son desarrollados porque sus habitantes tienen ingresos altos o, lo que es lo mismo, pueden consumir mucho más que otros.

Un país rico con habitantes pobres es un absurdo.

Una vez que una sociedad alcanza cierto nivel de ingresos se puede empezar a dar ciertos gustos, entre ellos dilapidar recursos asignándolos de la forma más ineficiente posible.

Mi tío Juan se compró un Rolex porque es millonario. No se convirtió en millonario porque se compró un Rolex.