Una característica de los socialistas llamados-así-mismos progresistas es que priorizan el lenguaje sobre la realidad.
Una de las áreas donde aplican esta tendencia es en la diferencia entre el hombre y la mujer. Los socialistas creen firmemente en la igualdad entre los sexos y creen que podrán imponer esa igualdad a través del idioma.
Así fuerzan el idioma para hablar de ciudadanos y ciudadanas, argentinos y argentinas, etc.
La Real Academia Española acaba de emitir un informe académico donde critican ese mal uso del lenguaje y llegan a decir que si se siguieran los lineamientos de esa ideología "no se podría hablar".
Ahora seguramente dirán que la RAE es reaccionaria, gorila y machista (¿o reaccionario, gorilo y machisto?).
Emperator
Emperator, leí el Informe y lo comparto plenamente, aunque se les fue la mano un poco en la extensión del mismo.
ReplyDeleteEl caso que citan de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela con sus "diputados y diputados, senadores y senadoras, funcionarios y funcionarias..." y así en todos los cargos es ejemplificador del disparate progre.
Arturo Perez Reverte. año 2,000
ReplyDelete"Clientes y clientas"
http://arturoperez-reverte.blogspot.com/search/label/2000-14%20Clientes%20y%20clientas
Saludos, Martín.
Un parrafito de Perez Reverte y el artículo linkeado en el comment anterior,
ReplyDelete"En el futuro, cualquier neutro usual al que recurra, irá acompañado, para evitar confusiones, de su correspondiente femenino —tal vez deba decir de su correspondiente femenina—. Escribiré así, en adelante, jóvenes y jóvenas, responsables y responsablas, votantes y votantas, enriqueciendo y normalizando la lengua española con perlas —la de jueza me parece hasta ahora la más refinada del elenco— como tenienta, sargenta, caba, cantanta, imbécila. Mi única duda es si al escribir jóvenes, responsables y votantes no estaré incurriendo precisamente en el extremo opuesto, desdeñando la personalidad masculina de los antedichos: y tal vez fuera mejor, en ese caso, que escribiese jóvenos, responsablos y votantos. Así cada cual tendría lo suyo, y no habría dudas al respecto: electricisto, dentisto, ebanisto, ciclisto, diento, gilipollo. Pero, llegados a ese extremo, la cosa iba a complicarse, porque hay un tercer sexo: los homosexuales existen y tienen sus derechos. ¿Cómo dejarlos fuera? Además, unos homosexuales asumen peculiaridades de un tipo, y otros de otro. Los hay que prefieren llamarse Maripepa y los hay que prefieren llamarse Paco. Y las hay. En su caso habría que matizar. Así que lo ideal, llevando la cosa hasta sus últimas y honradas consecuencias, sería decir, por ejemplo: «Queridos, queridas y querides compañeros, compañeras y compañeres, heterosexuales y homosexuales, clérigos, seglares y pensionistas de la tercera edad: gobernamos gracias al apoyo de los votantos, votantas y votantes españoles, españolos y españolas, que son responsablos, responsablas y responsables de que los ciudadanos, ciudadanes y ciudadanas puedan encarar el futuro, etcétera». Será un poco farragoso y gastaremos más saliva y tinta, pero todo el mundo estará contento. Creo".
No nos olvidemos de Bibianita Aído, ex-ministra de Zapatero -ex-profesora de flamenco- con su:
ReplyDelete"... los miembros y las miembras de este Parlamento..."
¡Qué parlamento, Bibiana, qué parlamento!
Martín R., uno de los académicos que firman el Informe es precisamente mi admirado Pérez Reverte.
ReplyDeleteTodos los domingos leo su columna en el suplemento XL SEMANAL del ABC de Madrid.
Enmascarado, seguramente conoceras su blog "http://arturoperez-reverte.blogspot.com/", alli hay infinidad de artículos del XL Semanal.
ReplyDeleteTambién tiene una web "http://www.perezreverte.com/"
En Buenos Aires solo conseguí una de sus recopilaciones de esos artículos, "Con ánimo de ofender", las otras estan agotadas.
Saludos Martín
Estos tipos son totalitarios, déspotas. No quieren escuchar ciertas cosas y prohíben que la gente las diga. Es más: quieren obligar a la gente a que diga ciertas cosas.
ReplyDeleteDéspotas totalitarios.
Imponen el delito de opinión y castran la libertad de expresión.
Aberrante por dónde se lo mire: desde lo moral a lo jurídico.
Está muy bien la aclaración de la RAE. Pero hay que condenarlos filosófica, política y moralmente por lo que son: déspotas que quieren impedirno de, u obligarnos a, realizar un acto. Un acto del lenguaje, pero un acto al fin. Que sólo puede emanar de la libre voluntad del sujeto, no de la coacción exterior, aunque esta sea legal. Un acto sagrado, la libre expresión, mancillado por estos caídos del catre ideológico.
Me refiero a los del "lenguaje políticamente correcto", claro está.
ReplyDeleteMartín R.: te paso una página web donde aparecen libros usados, además de nuevos obviamente.
ReplyDeleteEs www.iberlibro.com y tiene la gran ventaja que te indica en cuál librería está el libro, su formato, estado de conservación y precio, así como los datos exactos de la librería en cuanto a dirección, mail, teléfono and so on.
Me ha sido múy útil en mis búsquedas de libros viejos y recuerdo haber visto librerías argentinas.
Espero que te sirva porque los libros de recopilaciones de artículos de D. Arturo como "Patente de Corso" o "Cuando Éramos Honestos Mercenarios" son excelentes.
Don Freeman: totalmente de acuerdo con su opinión. No le agregaría ni una coma.
Debí guardar para el museo de la idiotez una nota que leí en un pasquín kirchnerista de barrio en los comienzos de esta estupidez, que les juro les costó el doble de tinta y papel. Que punteros y punteras, que trolos y trolas (bueno no, ahí no son lo mismo...).
ReplyDeleteGus VF
Muchachotes y muchachot...
ReplyDelete(Perdón.)
Con este criterio los tipos que tocan la guitarra se tendrían que llamar gutarristos, también tendríamos pianistos, bajistos, bateristos, chelistos, etc.
ReplyDeleteEs muy cómico -si no fuera una aviesa manipulación- ya que para igualar, dividen. Lucha de clases a todo nivel en lugar del pacífico principio libertario de igualdad ante la ley igualitaria(rule of law).
ReplyDeleteLeí que la Real Academia desestimó la división y sugiere seguir con el uso acostumbrado.