Cuando pase el temblor.

Nuestro hombre (¡?) se está mostrando. Ya nos está diciendo que ÉL (Ah!¿Ustedes creían que había un sólo ÉL? No, hay dos.) es, una vez más ¡EL SALVADOR! Sino de la Patria, de las papas en el fuego.

El pibe busca, se muestra, precalienta, y sabe que, cuando el equipo se vaya al descenso, el nuevo Director Técnico lo pondrá en el centro de la cancha. Entonces el hará lo que siempre hizo, lo único que sabe hacer: Ajustar. Salvar al Estado a costa de los habitantes de La Nación. 

Una vez más. Y, como siempre, los sobrevivientes agradecidos .

Total es sólo una entrada en rehabilitación para recuperarse y continuar drogándose una vez superado el mal paso. Después se reinicia el ciclo, ad eternum. O hasta que no quede nada de nada.

Pero ¡qué importa el largo plazo! si él también estará muerto. Mientras tanto lo que importa es realizar la megalomanía que lo invade. Esa misma que, si en vez de ocupar un cargo político en el Estado tuviera que ocuparlo por concurso, haría que no pase el examen psiquiátrico -aunque no sería la única causa.

Cuando la señora no se presente para la re-elección y el heredero asuma la corona, él será el llamado. Argentina es un país previsiblemente cíclico. Ya se ven los signos del porvenir en el vuelo de las aves -las migratorias y las rapaces-, ya los viejos de la tribu, los que lo han vivido y pensado, saben de lo que se aproxima. Y saben como suceden los acontecimientos. 

De momento, Él (porque él se piensa a sí mismo -siempre se pensó- como Él.) ha empezado a insinuarse. Ni siquiera: a mostrarse. A insinuarse. Como el fantasma del padre de Hamlet que pide venganza.

Muchos liberales confundidos y/o resentidos aplaudirán, una vez más, la aparición en escena de este oportunista que se tomó unas obligadas vacaciones.

Es Argentina. Todo vuelve cambiado.

Ya está casi confirmado.

Y el hombre designiado para ser el Ministro de Economía que salve al país es: