(...) el marxismo es una especie de secularización modernizada del pensamiento mesiánico que atraviesa, creando grandes tensiones y conflictos muchas veces sangrientos, toda la historia del cristianismo. Se trata de la idea del retorno inminente del Mesías y la pronta instauración de un paraíso en la tierra, un reino milenario de armonía y felicidad que definitivamente superaría la condición precaria de la vida tal como la hemos conocido hasta ahora recreando al mismo ser humano, que sería así convertido en un hombre nuevo para un mundo depurado del mal y renovado (de allí el título de mi tesis, Renovatio Mundi). Este reino celestial en la tierra duraría, según la profecía bíblica, mil años y de allí viene el nombre de milenarismo, con que a menudo se denomina a estas corrientes mesiánicas.
(...) Pero es justamente allí donde se enturbian definitivamente las aguas cristalinas de la utopía y Maquiavelo aparece, donde la bondad extrema del fin se puede convertir en la maldad extrema de los medios, donde la supuesta salvación de la humanidad puede hacerse al precio de sacrificar la vida de incontables seres humanos, donde se puede amar al género humano y despreciar a los hombres. Es justamente en ese intersticio siniestro donde puede surgir aquella "máquina de matar" en que Guevara nos insta a convertirnos para realizar el sueño del hombre nuevo. Es en ese mismo intersticio de amoralidad absoluta –también llamada "moral revolucionaria"– donde se ubica la alabanza a la violencia de la revolución comunista hecha ya por el joven Marx o el llamado de Lenin a "no escatimar métodos dictatoriales" e incluso no trepidar en usar "métodos bárbaros" para luchar contra el atraso de Rusia. Los campos de la muerte de Pol Pot o el intento demencial de la revolución cultural de Mao y sus guardias rojos de borrar la herencia cultural de la humanidad para crear, desde cero, un nuevo tipo de ser humano son hijos del mismo mesianismo donde un fin que cree ser el más sublime posible justifica los medios más atroces.
(...) Ser liberal no es pertenecer a los buenos o a los absolutamente inmunes a las tentaciones liberticidas, sino simplemente entender la dualidad del ser humano y la brutalidad que potencialmente se alberga incluso en las almas más admirables. El ser humano, como Kant dijese una vez, está hecho de un leño torcido del cual nada puede forjarse que sea del todo recto. El liberalismo no es una manera de enderezar aquella naturaleza precaria y torcida sino de contener sus instintos más dañinos, especialmente cuando se esconden tras el manto de la bondad absoluta o se ven propulsados por los destellos encandiladores de la utopía.
Excelente texto de Mauricio Rojas en donde evalúa y comenta la relación entre la maldad y la bondad, el medio y los fines, en la gente que sigue al marxismo y en él mismo.
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