Lo que dice Mairal sobre el rugby a los 9 años lo puedo entender porque a esa edad es un caos el rugby y el cagazo existe. Si siguió jugando con esa idea después de los 14 o 15 años, es un salame porque nadie te obliga a jugar. Me parece que debe haber sido mantequita llorón que seguramente se ensuciaría con barro para impresionar alguna minita que no entendiese mucho del juego.
Y me queda claro que la novela de Sabrina Love la escribió desde su imaginación porque debe ser de los que fingen orgasmos a los 25 años. A la hora de cobrar los derechos de autor no finge sino que los cobra. Un salamín con pelo y barba que la juega de profundo.
Enmasca, no había tags. Lo publiqué ya que se identifica con mucho argento, más allá del Honorable Deporte del que se habla. No digo que no tuve agachadas, pero en algún momento me cansaron y bueno, el proceso de convertirse en adulto.
Mi estimado Alec, en un viejo post sobre mis años mozos, reconocí que me dediqué a jugar al rugby porque me pareció que las mejores minas iban a ver el noble deporte de la ovalada. Después me entró el gustito de la camaradería, el Tercer Tiempo, el marcar un try, etc., etc.
Y le garantizo que un wing con escasos 65 Kgs de peso y 1,78 metros de altura, como era yo a los 17 años, sentía flor de cagazo cuando se me venían encima a tacklearme (o a destrozarme, más bien) los gordos de 90 Kgs.
La adrenalina del julepe me daba una velocidad extra, pero varias veces me hicieron bosta hasta que me bajaron 4 dientes frontales, los labios desechos, la nariz rota y mi vieja dijo basta, hasta acá llegaste.
Pero en la cancha se ven los pingos y si uno la va de recio hay que bancársela ya que cuanto más machucado salías de un partido, más se alborotaba el mujerío con uno. Retirado de la cancha por férrea voluntad materna demostré que era un típico joven argentino de mi época y obedecí sin chistar, pero recién cuando terminó el campeonato, no podía dejar solos a mis compañeros, ¡que joder!
jugando al rugby en el colegio tuve 2 fracturas, y me acuerdo de un golpe en la panza que me quedé sin poder respirar por un rato largo, sentía que me moría.
después de eso yo ya hacía lo imposible para zafar, jugar al rugby para mí fue un sufrimiento.
Famosas eran las despedidas de solteros de los chicos del rugby, deporte muy popular en Tucson. Un caso famoso – tristemente célebre, bah – el de un chico de 20 y pico al que los compañeros del club le desgarraron el ano/recto introduciéndole a la fuerza un desodorante en barra.
La novia – después esposa – los acusaba de homosexuales reprimidos. Vaya uno a saber.
Lo que dice Mairal sobre el rugby a los 9 años lo puedo entender porque a esa edad es un caos el rugby y el cagazo existe. Si siguió jugando con esa idea después de los 14 o 15 años, es un salame porque nadie te obliga a jugar. Me parece que debe haber sido mantequita llorón que seguramente se ensuciaría con barro para impresionar alguna minita que no entendiese mucho del juego.
ReplyDeleteY me queda claro que la novela de Sabrina Love la escribió desde su imaginación porque debe ser de los que fingen orgasmos a los 25 años. A la hora de cobrar los derechos de autor no finge sino que los cobra. Un salamín con pelo y barba que la juega de profundo.
Enmasca, no había tags. Lo publiqué ya que se identifica con mucho argento, más allá del Honorable Deporte del que se habla.
ReplyDeleteNo digo que no tuve agachadas, pero en algún momento me cansaron y bueno, el proceso de convertirse en adulto.
Mi estimado Alec, en un viejo post sobre mis años mozos, reconocí que me dediqué a jugar al rugby porque me pareció que las mejores minas iban a ver el noble deporte de la ovalada. Después me entró el gustito de la camaradería, el Tercer Tiempo, el marcar un try, etc., etc.
ReplyDeleteY le garantizo que un wing con escasos 65 Kgs de peso y 1,78 metros de altura, como era yo a los 17 años, sentía flor de cagazo cuando se me venían encima a tacklearme (o a destrozarme, más bien) los gordos de 90 Kgs.
La adrenalina del julepe me daba una velocidad extra, pero varias veces me hicieron bosta hasta que me bajaron 4 dientes frontales, los labios desechos, la nariz rota y mi vieja dijo basta, hasta acá llegaste.
Pero en la cancha se ven los pingos y si uno la va de recio hay que bancársela ya que cuanto más machucado salías de un partido, más se alborotaba el mujerío con uno. Retirado de la cancha por férrea voluntad materna demostré que era un típico joven argentino de mi época y obedecí sin chistar, pero recién cuando terminó el campeonato, no podía dejar solos a mis compañeros, ¡que joder!
Enmasca, le está hablando a un fullback de Loga por estos pagos. Igual fueron escasos años que disfruté.
ReplyDeletePor demás está decirle que uno de mis ídolos es don Martín Sansot.
ReplyDeletejugando al rugby en el colegio tuve 2 fracturas, y me acuerdo de un golpe en la panza que me quedé sin poder respirar por un rato largo, sentía que me moría.
ReplyDeletedespués de eso yo ya hacía lo imposible para zafar, jugar al rugby para mí fue un sufrimiento.
me siento bastante identificado con ese post.
Famosas eran las despedidas de solteros de los chicos del rugby, deporte muy popular en Tucson. Un caso famoso – tristemente célebre, bah – el de un chico de 20 y pico al que los compañeros del club le desgarraron el ano/recto introduciéndole a la fuerza un desodorante en barra.
ReplyDeleteLa novia – después esposa – los acusaba de homosexuales reprimidos. Vaya uno a saber.