Parece ser que, lejos de expresar un anhelo de mayor libertad y tolerancia, la “primavera árabe” no fue otra cosa que un recambio generacional de sátrapas. Una pena:
¿Por qué? Porque la democracia liberal es mucho más que un diseño institucional. Los norteamericanos tienden a creer que es el resultado de poseer un cierto tipo de Constitución, poderes limitados y economía de mercado, elementos fácilmente reproducibles, pero ignoran el factor que le da sustento a ese andamiaje formal: los valores de la tribu.
Si Estados Unidos, a fines del siglo XVIII, inventó el mundo moderno, no fue porque suscribieron las ideas del británico John Locke, sino porque la mayoría de su sociedad aceptaba como buena la noción de la tolerancia, la supremacía de los derechos individuales y la importancia de tener un gobierno de reglas imparciales y no de hombres.
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