Sala de espera de las clases de piano de El Opinadorito. Estamos hablando de una clientela de clase media, mayoritariamente profesional, tirada a cheta, de esta zona.
Un señor muy simpático - empleado de una compañía importante, casado con una médica – me pregunta qué tal con el trabajo y, sobre el pucho, comienza a decirme que lamentablemente vivimos en un sistema capitalista que hace que no cuidemos nuestros recursos y que es triste, pero para poder elegir cómo vivir tenemos que trabajar. No pudimos seguir charlando, o monologando, porque terminaron las clases y nos tuvimos que ir.
Aparentemente este buen hombre considera que a los recursos los va a cuidar más un funcionario que sus dueños legítimos y que, como el estado natural de la humanidad es la abundancia, es perfectamente posible vivir sin trabajar.
Mi sensación: los únicos que pueden darse el lujo de ser colectivistas – para los demás, bien sûr - son los sectores de mayores ingresos.
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